Leí por ahí una vez, que uno, si al afeitarse por la mañana se corta, siempre reniega en la lengua materna.
Yo no suelo afeitarme por las mañanas, por lo menos el careto, pero si tengo costumbre de renegar, y esto lo hago a menudo, no sólo a primera hora.
Hoy me estaba cuestionando cual es la lengua materna que aprendí, desde luego no es un castizo castellano, de aquellos del centro de la península que siempre me han sonado a gloria, -chulería y demás aparte- sonoro sin ningún lugar a dudas.
Mi lengua materna más bien sesea o cecea según el día, se merienda alguna ese e inventa contracciones en cualquier palabra que se preste a ello ¿qué pasa? Somos así.
Los del norte son más recios y los del sur, somos asao.
Pero no van por ahí los tiritos que me obligan a escribir.
Tengo una amplia familia. De sangre real y el que no, pues se acomoda, y en casa de mis primos, todos ellos y por poner un ejemplo en una misma casa hay once, la palabra, el vocablo que los ha visto crecer a todos ha sido simple y llanamente, Gilipollas.
Gilipollas para acá, gilipollas para allá.
Para todo, a todo el mundo, como el que dice buenos días.
Mi hermano me llama por teléfono y no dice hola que tal como haría cualquier persona normal, no, él dice directamente, hola gilipollas, yo le contesto gilipollas tú, porque me revienta, y seguimos hablando.
Sin acritud.
Pero sin embargo yo, y cuidado, que digo yo, que de fina tengo poco, no tengo en mi haber de palabras malsonantes dicho vocablo en vida útil, es más, tanto que me gusta a mí como suena aquel pulcro Joputa, ni si quiera soy de usarlo para decir buenos días.
Como mi hermano.
O como mis primos.
Y cuando me da por ponerle apelativo a alguno que se me atraviesa suele ser porque me jode, y la cosa termina con un, y este sí, casto, cabrón.
Rotundo, contundente y simplificado al máximo, nada de añadirle un eres un, o un serás, nooooooooooo, todo eso le quita fuerza al sentido de lo que quieres decir.
Un cabrón es un cabrón y un gilipollas no deja de ser un tonto, insultado por un ídem.
Pero a lo que iba sobre las lenguas maternas; yo no seseo, ni ceceo, o bueno sí, pero desde que aprendí a vocalizar me luce el pelo de otra manera y, si no es porque de vez en cuando se me escapa alguna consonante que chirría, nadie podría decir que mi castellano, no es castizo.
Coño con los vocablos y los latiguillos.
Los maternos, claro.
Ayer le contaba yo a la niña un par de anécdotas sobre lo gilipollas que son –somos- en esta familia mía, y venía a raíz de la mala costumbre que tienen de usar la palabra en cuestión hasta para ir a mear.
¿Yo la uso? Yo no llamo gilipollas a nadie.
No, decía la niña.
Y es la verdad, no tengo costumbre.
Esta mañana, un señor que no sabe como se coge una rotonda para no tener que hacer un parte, va y se para, yo freno, el arranca, yo arranco, el frena, yo me paro, el que tira, yo que tiro, pues el que va, y que se clava, evidentemente, yo me cago en su Santa Madre, meto primera y chuto p’adelante, rebotada como yo sola a las siete de la mañana y al pasar por la altura de su ventanilla, así, de forma instintiva y muy natural le suelto a grito pelao, GILIPOLLAS.
Pues mira no, no me he cortado al afeitarme, pero que me he criado en mi casa junto a una panda de anormales, no tiene lugar a dudas.
No basta con ser rico, además hay que parecerlo, pues hala, que se note que de casta le viene al galgo, que no presume quien quiere sino quien puede y que yo no ceceo ni seseo, pero oye, que sé decir gilipollas con un arte que si me hubieran visto mis primos, montamos una fiesta en la misma rotonda, a las siete de la mañana, todos, los cincuenta y cuatro gilipollas que somos.
Jódete y baila, con la de horas que invertí en aprender a vocalizar.
2 comentarios:
Jajajajajaj
Me encanta cuando se enfatiza en la Po, subiendo los decibelios en esa sílaba
Abrazos, giliPollas!
oño, pues asias :S:S:S:S:S
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