No solías tener un duro ¿te acuerdas? Pero sí una sonrisa amplia, de aquellas de medio lado, colocada debajo del bigote, y labia, mucha labia y mucho palique, necesarios la sonrisa y el palique para subsistir por aquello de no tener nunca un chavo.
Vamos a cenar, y entonces aparecías tú pidiéndote una cañita, coño Ángel, tú hueles la cena, y te apurabas, me voy enseguida decías, tranqui, que tenemos microondas, y nos reíamos y decías, ponme otra.
Esta mal este país ¿tú que crees? Me preguntabas. Las noticias, que agobian, ya sabes, y después me contabas cosas de aquellas de la posguerra, y de tus hijos, el mayor es de mi edad, y hace mil años me echó los trastos, él ya no se acuerda, yo, cuando lo nombras, y tú, tú no lo sabes.
Es igual, teníamos poco más de quince.
Ven a ver mi casa nueva, ya vendré cunado la acabes, no, ven ahora.
Y me explicabas que hace cincuenta años en esa casa, vivía un guardia civil, ¡no jodas! De alquiler, ellos arriba y los amos abajo, compartían la cocina, creo, tenían una zagala más maja…
Vaya tela.
Eran otros tiempos mujer; yo tendría poco más de veinte.
¿Cómo está tu padre?
Va tirando, decía yo.
Hace un mes nos vimos ¿cómo está tu padre? Preguntaste de nuevo; mi padre está muerto Ángel.
Chica, no sabía nada, y me diste el pésame, y dos besos.
Fuiste el único que no me apostilló que total, que para como estaba, mejor muerto.
Después, una mañana te encontraste flojo y te fuiste al médico, unos análisis, rutina, vamos a ver el hierro que estas cosas mariconean.
Pero tu hierro estaba bien.
Y el médico, muy atento, te fue a buscar a casa por aquello de que no le cuadraban las analíticas, que para el hospital, te dice, pero ya, toma, te traigo el volante, y al llegar con el volante a urgencias, que te pregunta el pavo de admisión si has dejado el buga bien aparcado que te deriva a la casa grande, y tu acojonao, normal, y Nieves, tu mujer, que tanto o más que tú.
Y ahora ¿te lo explico o te lo cuento? No sé, colega, si te dio tiempo a enterarte de todo lo que pasaba entre volante y ambulancia. Tienes leucemia, y te han metido cuatro sesiones de quimioterapia que te han dejado en coma, así, tras una analítica puta que decidió que se te había acabado el tiempo.
Y hace unos treinta días, estabas estupendo, preguntándome por mi vida y lamentando mi pérdida, sin hipocresías, así tal cual, como eres tú.
Ya no habrá más birras Ángel y te vas a morir sin poder decir nada, con lo que te gusta a ti hablar las cosas, y filosofarlas, y reírte, y la vida; con lo que te gusta a ti la vida.
Y esa hija de puta se te mofa en la cara y te mata en cuatro días porque le debe hacer gracia ver como nos morimos, y como nos quedamos los pasmados a los que aún no nos ha tocado la tómbola.
Te mueres Ángel, y hace treinta días me decías p’alante chiqueta, que la vida, debe continuar.
Que puta mierda.
1 comentario:
el nueve de junio era un buen día para morirse Ángel.
quizá de haber podido, hubieras elegido otro, uno más soleado, o un domingo, o mejor aún, un domingo soleado de otro año, 2030, por ejemplo, y hubieras visto crecer a tu nieta.
me gustaría haber podido despedirme de ti de otra manera.
si el no estar aquí significa que te vas a otro lado, buena suerte en tu viaje.
besos Ángel, un placer el haberte conocido.
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