Hace cuatro años un gato me mordió, lo hizo después de haberme arañado varias veces.
Si cierro los ojos puedo recordar la herida y lo mucho que tardó en cicatrizar.
Si cierro los ojos, recuerdo la mala leche de aquel gato.
Era, como todos los gatos, desconfiado.
Pero era mi gato.
Y como con todos los gatos que conozco, existía una especie de pacto secreto, no pactado.
Supongo que la primera vez que me arañó lo hizo para demostrarme quien era, la segunda porque quizá le había hecho gracia que yo no le diera un bofetón, la tercera, creo que por costumbre.
Me mordió porque en aquel momento no supo que debía hacer cuando mis manos lo acariciaban.
Entonces yo me acerqué, y volví a mimarlo.
Lo he hecho desde entonces, no todos los días y no siempre que he querido.
Con el tiempo aprendió que malcriarlo a base de mimos le gusta.
Con el tiempo aprendí que no siempre quiere saber que es así y que más me vale mantenerme aparte o querrá volver a morderme.
Sus silencios me recuerdan que el pacto no pactado, existe.
A veces lo llamo y se esconde. Otras juega. Si le apetece o lo cree necesario, contesta.
Alguna vez lo he oído llamarme. Y le he contestado intentando acercarme.
Hoy, 31 de octubre, al tomarme el café por la mañana he recordado como me miraba el día que me mordió. Me he preguntado mil veces porque lo hizo hasta encontrar la respuesta. Yo no sé si el lo sabe, lo que sí sé, es que no volverá a intentarlo.
Ganarse la confianza y el amor de un gato, es una tarea difícil, pero si lo consigues es más difícil aún perderlas.
Espero estar a la altura.
Si cierro los ojos puedo recordar la herida y lo mucho que tardó en cicatrizar.
Si cierro los ojos, recuerdo la mala leche de aquel gato.
Era, como todos los gatos, desconfiado.
Pero era mi gato.
Y como con todos los gatos que conozco, existía una especie de pacto secreto, no pactado.
Supongo que la primera vez que me arañó lo hizo para demostrarme quien era, la segunda porque quizá le había hecho gracia que yo no le diera un bofetón, la tercera, creo que por costumbre.
Me mordió porque en aquel momento no supo que debía hacer cuando mis manos lo acariciaban.
Entonces yo me acerqué, y volví a mimarlo.
Lo he hecho desde entonces, no todos los días y no siempre que he querido.
Con el tiempo aprendió que malcriarlo a base de mimos le gusta.
Con el tiempo aprendí que no siempre quiere saber que es así y que más me vale mantenerme aparte o querrá volver a morderme.
Sus silencios me recuerdan que el pacto no pactado, existe.
A veces lo llamo y se esconde. Otras juega. Si le apetece o lo cree necesario, contesta.
Alguna vez lo he oído llamarme. Y le he contestado intentando acercarme.
Hoy, 31 de octubre, al tomarme el café por la mañana he recordado como me miraba el día que me mordió. Me he preguntado mil veces porque lo hizo hasta encontrar la respuesta. Yo no sé si el lo sabe, lo que sí sé, es que no volverá a intentarlo.
Ganarse la confianza y el amor de un gato, es una tarea difícil, pero si lo consigues es más difícil aún perderlas.
Espero estar a la altura.
4 comentarios:
A un gato no le importará, supongo. Pero a ti quizá debiera: Hoy es día 30, bastet, no 31.
Y como no he tenido nunca gato, no sé la diferencia entre su confianza auténtica y la apariencia felina de ella.
Menos mal que ratón, del todo, no soy.
Saludos.
si, es lo que tiene el que se meta una mierda en el pc, que te acojonona, escribes y programas, y a la mierda, vas y te equivocas de día.
pero bueno, mi gato sabe que mi amor es el mismo.
Yo creo que sí estás a la altura...a estas alturas de tu vida y después de tantos gatos. Aunque cada gato sea único.
un beso
Jejejejejej..... ¡Puto gato de los cojones!
Deberías darle una patada en el culo, porque cada vez que se acerca ronroneando es que quiere algo.
Así somos los gatos.
Soy bigt....
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