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Por otro lado, todos los textos de este blog son míos, si apareciera la pluma de otro, lo haría con su firma. Siempre.
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Internet es un pañuelo.


LIVERTAD. Jamás me obligareis a escribirlo con B

03 noviembre 2009

M’he kedao kon tu kareto.


Eso es lo que la sonrisa de la estanquera –sin ser la de Vallecas- me dice cada vez que me la expone; profident y enorme, falsa y premeditada.

Me gustaría poder decir que sufrimos un altercado poco antes del verano, pero ni tan si quiera tiene semejante titularidad el cruce de palabras que nos dirigimos, ella desde su puesto ingrato de dependienta y dueña sufridora del negocio, y yo desde el mío, consumidora habitual de drogas mal vistas, pero permitidas a todos los efectos, si tienes más de dieciocho y pagas los impuestos que el estado decide meterte, por matarte.

He de reconocer que la señora no residente en Vallecas, me ha gustado siempre, más bien poquito. De aquellas dependientas que le hacen mejor papel al señor con corbata que a una, qué no sólo tiene pinta zarrapastrosa, sino que además lo es y lo dice a mucha honra. Ay señora de mis entretelas, qué el hábito no hace al monje. Dese usted una vuelta por el refranero, que no adiestra, pero instruye.

Suelo despertar por las mañanas de muy mala gana, odio el despertador, así que por norma me levanto bastante borde hasta que varios cafés después, si hay suerte, consiguen que se me pase; pero, cuidado con rayarme en el trascurso de mi trasformación a persona civilizada.

Llevaba varias compras de cartón en el estanco de la Señora y, siempre me preguntaba porque nunca me daba el típico mechero, barato y transparente de una super marca –prof- que todos sus compañeros de profesión se emperran en meterte en la bolsa, lo quieras o no. Es como una especie de ley no escrita, simplemente, existe.

El día en cuestión, a la chica a la que despachaba delante de mí, le dio un mechero por haberle comprado dos cajetillas de negro.

Un cartón de Fortuna, por favor.

Treinta. ¿Quieres una bolsa?

No, gracias.

Continuó hablando, pasando su mirada por encima de mi hombro con el señor que estaba detrás de mí, luego con la señora de mi izquierda, luego con el señor de nuevo, y yo allí, impertérrita, esperando a que su mirada se cruzara de nuevo con la mía.

Nada es eterno, al final lo hizo, y lo acompañó de un ¿quieres algo más?

Ahí te quería ver yo, so guarrona.

Dame un mechero.

Así, sin más, claro y conciso: dame-un-mechero. A ver si hay algo en la frase que no entiendes.

Sí por supuesto ¿qué quieres? ¿un zippo? ¿Uno de estos? Señalándome un expositor, ¿de estos tal vez? Enseñándome otro.

De los que te de la gana, me lo vas a regalar.

¿Cómo?

Que me vas a regalar un mechero, pero mira, me voy a conformar con uno de esos transparentes. No me lo des en rojo.

Blanca y boquiabierta ella, tiesa y arrogante, yo.

No me había pasado nunca dijo contrariada, ¿el que? Le pregunté yo mientras le mantenía la mirada con un cierto halo impertinente, que me pidieran un mechero, le faltó apostillar que con tan poca vergüenza, a lo que yo le contesté ¿sabes lo que no había pasado a mí nunca? Hartarme de comprar tabaco en un estanco y que jamás se tenga el detalle del mechero, que le puedo pegar fuego a medio país los días de lluvia, con los que tengo en casa y que me han ido regalando los estanqueros.

Cogí mi mechero, azul, lo tiré dentro de mi bolso, dije buenos días y me contestaron dos hilos de voz mientras iba saliendo. Estirada como yo sola, con la satisfacción de ver el trabajo cumplido y en dirección al bar a asentar mi humor, renegando entre dientes mientras llegaba el café y acordándome de mi cuñada cuando le da por decir aquello de que YO no soy diplomática; otra que se puede ir a la mierda.

No había vuelto a ese estanco desde entonces, hasta hace una semana, no por nada en particular, sino porque está en una zona en la cual, si me acerco para hacer algo por allí, estupendo y, si no es así, hay varios que me quedan más cerca.

La semana pasada me puso un mechero en la bolsa, anda coño, pensé, y a esta ¿Qué le dado? ¿Ya regala mecheros? No le di más importancia y, así como comenté en casa el primer incidente, nada dije de esta otra situación.

Hoy he vuelto y la Doña ha vuelto a darme un mecherito, azul también.

Esta vez sí, cuando he salido se lo he comentado a mi marido, s’ha quedao kon mi kareto l’astankera.

Hay que joderse.

Lo que no le he dicho a mi marido, es que no voy a volver más al puto estanco ese.

No me gusta la sonrisa profident y enorme que le pone a todo el mundo, no me gusta que ahora lo haga conmigo, ni tampoco me agrada que me regale mecheros, vamos, que no me gusta la tía, ni su hipocresía y que, resumiendo, cuando me trataba como a un parásito inmundo indigno de ser agasajado con un asqueroso mechero, me caía mejor, simple y llanamente porque entonces entre ella y yo había una diferencia y ahora –qué hija puta- me trata como si fuéramos mierda y culo y qué quieres que te diga, aún existen clases, y yo, quiero seguir estando por debajo de la suya.



8 comentarios:

Zorro de Segovia dijo...

la próxima vez que no te dé el mechero dile el título del post anterior :)

manolotel dijo...

Yo dejé de fumar hace unos 5 o seis años. Antes fumaba en pipa y núnca me regalaban nada. Ahora solo fumo de higos a brevas algún que otro puro habano (son los que más me gustan) y salvo que me lo regalen en alguna boda suelo ir al mismo estanco. Siempre me regalan o el mecherito o una caja de cerillas de esas largas. A veces me pregunto que criterio seguirán... Porque, por lo que cuentas, por empatía no debe ser ;-)

Un besote

Lore dijo...

Juaaaas.
Esa tía es más agarrá que un chotis.

¡Bien por ti!

Será por estancos, Mari Puri..

aspid dijo...

hola zorro, jajajjajajajaj, no estaría mal, no.
y yo que pensaba que la más agresiva del patio era yo... :P

manolotel, pues no sé que criterio siguen, pero desde luego la empatía no es, no.

lore, agarrá nu sé, pero estúpida...

Germán R. (personare) dijo...

Cuando yo fumaba siempre me regalaban algo. Pero claro, es que yo siempre era el trajeado con corbata que tanto te jode :-D

De todos modos, sabes perfectamente que, si se trata de clases, tú eres de la clase de personas que le da mil vueltas a gente como esa.

Mary Lovecraft dijo...

Pues haces bien tía, yo, después de la Veronica del mechero, remato la faena y me doy el regustazo allí mismo de meterle la estocada final diciéndole aquellas palabras tan bellas de...

'pues ahora te lo metes por el culo, que no lo quiero'

pero vamos, para mí como para tí, en aquél momento del mechero ya quedó más que servía juajua

qué cabronaza

desde luego de despreciables está lleno el mundo

un beso guapi

un beso

Antonio Rentero dijo...

Pero mira que eres puñetera ;-)

Besicos.

aspid dijo...

que va hombre, que va...


Esto no tiene título es simplemente lo que hay. Estoy remontando el vuelo y existen días mejores y otros más hijos de puta, pero no me he rendido y no voy a hacerlo tampoco, principalmente por que no me da la gana y por que aún me queda sangre.
A partir de aquí y por este motivo se puede leer cualquier cosa, algo que también me la suda bastante, es mi blog y es el espejo, es tan simple como reflejarse o no, si te quedas o te vas no es culpa mía, ni tuya, quizá nos parezcamos más de culo que de frente, en todo caso la puerta no tiene llave, no cierres al entrar y no des un portazo al marcharte.

licencia

Todo lo que hay en mi casa es propiedad mía, los textos sin firmar son de mi puño y letra, las obras firmadas pertenecen a sus autores y así constará en todo caso, todas las poesías de “el silencio del espejo” me pertenecen a mí.
Recuerdalo.
Un abrazo y muchas gracias por tu visita.
ah! la licencia real, anda por ahí abajo, es que la informática y yo no nos ponemos de acuerdo prácticamente en nada y esta vez, se ha empecinado en no querer subirme la imagen hasta aqui.
Ella misma, no pienso olvidarme de esto...
En fin...
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