Una vez dejé el abrigo de la inocencia colgado de un perchero, si quiera me di cuenta de que no podría volver a entrar en aquella habitación y que a su vez, jamás podría volver a salir de ella.
De vez en cuando me detengo y veo el perchero, y mi abrigo.
También de vez en cuando deseo acercarme a él y ponérmelo de nuevo.
Rebuscar en sus viejos bolsillos y encontrar cosas. Todas aquellas primeras cosas. Los recuerdos de todas la primera vez, los silencios que terminaban en risas escandalosas, un chichón, y el peta zetas que repetía la sorpresa siempre, ese beso que no fue el primero pero fue el más bonito, y un alma limpia.
Zarandeo el perchero y mi abrigo cae, lo recojo y zarandeo el abrigo.
Ya no suenan las llaves que abrían las puertas del mundo y puedo ver un llavero vacío. Intento recordar en que lugar las perdí pero lo cierto es que no las perdí jamás, simplemente creí tenerlas, el llavero, siempre estuvo vacío.
Solo que entonces, no lo sabía.
Todos entramos en esa habitación del perchero y todos colgamos, inocentes, el abrigo de la inocencia en él.
Existe una habitación inmensa y perpetua de abrigos raídos.
El mío no es demasiado grande y es de cuadritos blancos y rojos, con dos enormes bolsillos con solapa, el cuello vuelto y un trozo de forro descosido. Si lo ves, ten cuidado no lo arrugues más buscando el tuyo, no lo tires al suelo si crees que no cabe en el perchero, no le pongas otros encima porque ya no caben, y sobre todo, no metas la mano en ese trozo de forro y hagas el agujero todavía más grande.
Yo prometo por mi parte no buscar en los bolsillos del tuyo, no revolver tus recuerdos, no esconder tu llavero, ni abrir tus golosinas con sabor a fresa.
Para mí tu abrigo de la inocencia es sagrado, dejemos que los abrigos de los demás se apolillen de modo natural porque el tiempo así lo quiso.
Dejemos, que al abrir de nuevo los ojos el abrigo continúe estando solo en el perchero, protegido, en su inocencia, de las cosas no inocentes que lo rodean.
7 comentarios:
Creo que tengo una aguja y un poco de hilo. No sé coser ni se me da especialmente bien enmendar mis propios errores, pero yo también tengo un abrigo de esos que, en tardes de fría soledad, todavía me pongo...
¿Puedo ayudar a coser tu abrigo?
Un besazo, Ana, me encantó el principio, muy Sabinero con un toque propiamente tuyo que lo hace perfecto ;-)
Dependiendo de la edad, el abandono del abrigo de la inocencia nos alegra más o menos, aunque luego lo añoremos.
Comparto la idea de no sacudir los abrigos ajenos. Disfrutar de la inocencia de los demás es algo hermoso.
Un saludo,
disculpadme ambos el retraso y las prisas, ando con un pecese descogorciado.
te dejo, magras coser mi abrigo. gracias :)
y sí, Pedro, la inocencia es algo hermoso.
bienvenido.
Ana!!! mucho tiempo sin leerte. El otro día no estaba, mi móvil sigue cuando yo me marcho del fb
Un besazo
Creo que en realidad no guardamos ese abrigo, creo que en realidad muchas lo tiramos o lo dejamos a la beneficencia o lo usamos para otras tareas rompiendo su tela en trozos para hacer de paño o retales para hacer otras cosas. Quizá al principio estropeemos la inocencia con juegos o por accidente y ya luego no nos quede bien, rota y sucia y nos avergoncemos de ponérnosla. ¿Quien sabe? cada uno tenemos nuestra historia de como la perdimos...
muy cierto blogger, muy cierto.
bienvenido.
Como ya no escribes en el blog... ¿dónde te hago yo regalos de estos?
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