Copito es el nombre que le puse una vez a un gato que tuve.
Copito, evidentemente, era blanco, todo blanco. Nació en casa, hijo de una gata siamesa, hija a su vez de otra gata siamesa, y, de padre desconocido.
Hermano de parto de cuatro más, todos ellos de colores.
Cuando nacieron me dije ¿Qué vamos a hacer con tanto gato? Regalarlos todos, pero ese no, el blanco no.
He de decir que adoro los gatos blancos, me gustan todos, cierto, pero los blancos tienen algo especial.
Le comenté a una amiga que si quería un gato, yo no, me dijo, pero creo que mi hermana estaba interesada en tener uno, se lo digo, me contestó.
Y sí, la chica deseaba tener un gato.
¿Cómo son? Me preguntó el día que nos vimos, ¿quieres verlos? Te eliges uno y ya está, pero, el blanco no, el blanco es para mí.
Ella vino y quiso el blanco.
No, el blanco ya te he dicho que no te lo vas a llevar, si quieres cualquier otro, vale, pero el blanco no.
Pues no me gusta ninguno.
Pues no te quedes ninguno.
Y yo me quedé con los cinco.
Y pasaron los meses.
Un mañana vino mi compañero y me dijo, Ana, lo siento mucho, he atropellado a copito, se ha metido bajo las ruedas del tractor, no lo he visto meterse, he visto como corría ensangrentado al salir, he intentado cogerlo, se ha escondido y cuando por fin he llegado a él, estaba muerto.
Eran las once de la mañana.
Se me calló el alma a los pies y lo primero que pensé es que estaba muerto porque me negué a regalarlo, que debería haber dejado que aquella chica se lo llevara.
Me inundó una pena y una sensación terrible de culpa y exploté.
Lloraba y me arrepentía una y otra vez mientras maldecía mi egoísmo y mi capricho.
Copito estaba muerto por mi culpa.
Mi deseado gato blanco estaba muerto porque lo retuve a mi lado.
Cuando la angustia te embarga es complicado ser coherente y yo, pensé que ir a mi amiga Conchi y decirle que debería haberle dado el gato a su hermana me serviría de algo ¿de qué? Lo ignoro, quizá el admitir públicamente que haber tratado en propiedad un ser vivo, tiene su castigo, y el mío, era saber que mi egoísmo lo había matado.
Me la encontré llorando, nerviosa, angustiada.
¿Qué te pasa? Le pregunté.
Ay Ana, que disgusto, que me acaba de llamar mi hermana, que se le ha pegado fuego en el piso, que lo ha perdido todo, que se le a asfixiado el perro, que no les ha pasado nada porque estaban en el trabajo y los han llamado a LAS ONCE desde allí, una vecina.
………………….
Copito no se fue a casa de esta chica, se quedó conmigo, en mi casa, y murió atropellado por el tractor una mañana de verano a eso de las once.
Esa misma mañana, sobre la misma hora, en aquella casa a donde no fue porque yo no se lo permití, se prendió fuego y el único ser vivo que había allí dentro, el perro, murió, sin escape ninguno y, en el caso de haber ido, hubiera muerto igual.
Copito tenía que morir ese día, a esa hora, sin importar demasiado el lugar.
Copito tenía escrito su destino, aunque yo a veces piense que quizá, hubiera podido escapar de él.
6 comentarios:
tengo un amigo que dice que preferiría no haber leído esto.
nuestros amigos/mascotas siempre nos enseñan algo, sólo que aveces hemos de esperar a que mueran para darnos cuenta de ello.
siempre me ha sido gratificante recordar los buenos momentos vividos con ellos, e instructivo verlos morir.
saber que van a morir.
la muerte es fría, no existe ninguna muerte cálida, enfrentarse a ella y a los sentimientos que provoca te hace crecer y entender, aprendes con ella, cosas que no aprenderías de otro modo, la más grande de todas es simplemente el respeto a la vida.
yo siempre entierro a mis mascotas, y lo hago en algún lugar donde les gustaba estar en vida, con la cabeza más alta que el cuerpo, con su mirada en dirección hacia donde sale el sol, les cierro los ojos para que no se le llenen de tierra y me despido de ellos.
con la muerte de copito, me di cuenta de que aún sin haber querido serlo, fui egoísta.
yo, que siempre presumo de lo contrario.
y caprichosa.
y que antepuse mis deseos bajo la licencia de que "era mío". y no.
copito no era mío, copito estaba bajo mi responsabilidad y punto.
la casualidad quiso concederme un respiro, cosa que logró, pero aún así, mi actitud no fue la correcta, no fui ni justa, ni digna.
por eso copito tiene un lugar privilegiado en mi corazón, porque sin pretenderlo, (solo porque era blanco y era mi sueño) me enseñó que los sueños, no se pueden robar.
besos.
Copito tuvo a alguien que lo quiso y que lo recuerda
Hay muchos animales que jamás sienten eso y que viven y mueren en el anonimato. Otros incluso mueren a perdigonazos, como le pudo pasar a Peque.
Por eso yo creo que Copito fue un privilegiado y tuvo una suerte enorme.
Y sin embargo una persona de buen corazón se siente mal y un hijo de puta con su escopeta se siente bien.
Que raro es el mundo
Un abrazo
Emotivo, precioso y demasiado aterrador si te pones a pensar en la tozudez del destino.
Algún día te pediré permiso para escribir el guión de esa historia y hacer un corto. Y pondremos "basado en nua historia real" y se lo dedicaremos a Copito, evidentemente.
Besicos.
sí yandros, el mundo es raro, y es culpa nuestra.
pero no tenemos otro y además, no nos vamos a quedar en él. debería ser suficiente para vivir con cordura, y sin embargo, somos incapaces.
antonio, a ver... quiero derechos de autor, mi foto en la portada, el 85% de las ganancias, y me niego a firmar autógrafos...
eeeeeeeee, no espera, que eso es lo que tengo que pedir si publico un libro y me toca negociar.
pues vale, tu haz ese corto y hablamos.
besos a los dos.
y gracias.
Qué entrada tan fuerte, me parece realmente triste e inquietante...
Un beso Bastet
no oscuro, fuerte no es, inquietante sí, y triste, lo justo.
lo que sucede es que tu y yo solemos tener una idea distinta sobre la vida, y más aún sobre la muerte.
beso y eso ;-)
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