Esta es la historia de un sábado de no importa que mes, y de un hombre sentado a un piano de no importa que viejo café..
Si cambiamos, con permiso de Ana Belén, varias cosas: el hombre, el día, el piano y el bar, lo qué que queda es la historia, la que yo quiero hoy contar, y si pudiera combinar la imaginación con la memoria posiblemente podría inventarme la mitad de la esta, convertirla en fábula, tal vez en leyenda, entonces, quedaría un cuento estupendo, una dicotomía entre la realidad y la patraña, uno de esos escritos que cada cual interpreta como quiere.
Debería comenzar narrando un sueño, uno que tuve la noche anterior, o, uno de esos repetitivos, cualquiera de los dos me valdría, los sueños son simplemente eso: cuentos, historias que mezclan mitad y mitad, la vida de uno y sus miedos confrontados.
El sueño de mi tren y la planta que crece en la palma de mi mano, el viaje absurdo sin parada final, el agua que no debí beber y el castigo por haberlo hecho.
Pero hoy no voy contar nada onírico. Me viene grande.
En el caso que pasarme mis deberes por el forro, también podría comenzar mi historia con la percepción que sostengo sobre algo que ignoro, pero que preveo. Con la idea preconcebida de creer saber que pasó y adivinar que sucederá. Ese juego mediado entre los hechos y la experiencia. Rematarlo con un –ya sabía yo, sin tener en cuenta que el azar muchas de las veces es mas proclive a concederte un favor si cuando de por medio, se incluye el hablar de la vida de los demás.
Aquello de que cuando vuelca la carreta, todo el mundo te dirá por donde no debías haber pasado.
También puedo ser justa conmigo misma e ignorarme directamente, reconocer que ni las palabras son tan plenas como me gustaría, ni tan sencillas como pretendiera, pero eso es algo que no voy a hacer, amparándome en mi derecho de poder destriparme cuando me de la gana.
Si hoy hubiera decidido escribir una carta para la estafeta el remitente hubiese sido yo misma; trescientos tres reproches, por redondear, y dos o tres enhorabuenas por eso de la equidad.
Vuelvo al cuento y al recuerdo, mezclo de nuevo fantasía y realidad, la ventaja que tiene el tener memoria propia, es que uno sabe cuando y porque la disfraza ¿Cómo podríamos si no vivir con nosotros mismos? O no, espera, quizá uno no lo sabe y se disfraza directamente con justificaciones: envoltorios dorados de caramelo de fresa, siempre predispuesto a que un niño se lo coma. Aunque el niño sea uno mismo.
Pipol.
Pipol y el pasado inconcluso que se forma en presente.
Pipol era un viejo salón de máquinas recreativas; en estos lugares no se suelen aprender demasiadas cosas, son más bien una iniciación a la carretera, la de la vida.
Estoy metafísica.
¿cabe opción a pedir una disculpa?
Se agradece.
Yo aprendí a jugar al pacman.
Y aprendí tanto que comenzó mi instrucción en el difícil arte hacer negocios, porque me di cuenta de que cuando eres la mejor en algo, no importa que ese algo sea ínfimo e intrascendente, eres la mejor, punto, y eso te concede una ventaja de la cual los demás carecen. Tampoco importa que el lugar sea pequeño, con dieciséis años es suficiente que el mundo no se te coma a bocados.
Ciento cincuenta mil era el record de la máquina, el mío, por supuesto, y cuando el jefe del garito decidió hacer concursos –y de regalo una camiseta- la menda aprendió a jugar a muchas otras cosas, de modo gratuito, digamos que era una compensación, un trato entre el jefe y yo, para que yo, dejase jugar al resto de concursantes intentando conseguir el record de la máquina, mientras, ellos iban echando capital en las arcas del jefe, cosa que no hacían si yo plantaba mi firma el primer día. Le salía mucho más rentable abrirme el cajetín de la máquina que a mí me apeteciera.
Por supuesto, el último día de concurso, yo jugaba en MI máquina y me llevaba la camiseta.
Hasta que llega un tío que te saca diez años y dos palmos, y juega mejor que tú.
Parece que has perdido posición ¿cierto? No, nada más lejos de la realidad, haces un cambio de status: antes eras la mejor de lo más bajo, y ahora la última en el siguiente tramo de escaleras.
Tú decides si quieres seguir el viaje.
Yo, (por rematar esta historia) en aquel momento decidí continuar viaje, pero el jodido rubio parece ser, había decidido a su vez no dejarme un solo resquicio y jamás conseguí arrebatarle el record.
Aprendí a jugar al billar.
……………………
Fin de la historia.
……………………
La historia no tiene moraleja, no la busques, la historia se lee entre líneas. En alguna parte de ella existe una pregunta que reza así: ¿conoces la diferencia entre el quiero estar y el soy?
Si cambiamos, con permiso de Ana Belén, varias cosas: el hombre, el día, el piano y el bar, lo qué que queda es la historia, la que yo quiero hoy contar, y si pudiera combinar la imaginación con la memoria posiblemente podría inventarme la mitad de la esta, convertirla en fábula, tal vez en leyenda, entonces, quedaría un cuento estupendo, una dicotomía entre la realidad y la patraña, uno de esos escritos que cada cual interpreta como quiere.
Debería comenzar narrando un sueño, uno que tuve la noche anterior, o, uno de esos repetitivos, cualquiera de los dos me valdría, los sueños son simplemente eso: cuentos, historias que mezclan mitad y mitad, la vida de uno y sus miedos confrontados.
El sueño de mi tren y la planta que crece en la palma de mi mano, el viaje absurdo sin parada final, el agua que no debí beber y el castigo por haberlo hecho.
Pero hoy no voy contar nada onírico. Me viene grande.
En el caso que pasarme mis deberes por el forro, también podría comenzar mi historia con la percepción que sostengo sobre algo que ignoro, pero que preveo. Con la idea preconcebida de creer saber que pasó y adivinar que sucederá. Ese juego mediado entre los hechos y la experiencia. Rematarlo con un –ya sabía yo, sin tener en cuenta que el azar muchas de las veces es mas proclive a concederte un favor si cuando de por medio, se incluye el hablar de la vida de los demás.
Aquello de que cuando vuelca la carreta, todo el mundo te dirá por donde no debías haber pasado.
También puedo ser justa conmigo misma e ignorarme directamente, reconocer que ni las palabras son tan plenas como me gustaría, ni tan sencillas como pretendiera, pero eso es algo que no voy a hacer, amparándome en mi derecho de poder destriparme cuando me de la gana.
Si hoy hubiera decidido escribir una carta para la estafeta el remitente hubiese sido yo misma; trescientos tres reproches, por redondear, y dos o tres enhorabuenas por eso de la equidad.
Vuelvo al cuento y al recuerdo, mezclo de nuevo fantasía y realidad, la ventaja que tiene el tener memoria propia, es que uno sabe cuando y porque la disfraza ¿Cómo podríamos si no vivir con nosotros mismos? O no, espera, quizá uno no lo sabe y se disfraza directamente con justificaciones: envoltorios dorados de caramelo de fresa, siempre predispuesto a que un niño se lo coma. Aunque el niño sea uno mismo.
Pipol.
Pipol y el pasado inconcluso que se forma en presente.
Pipol era un viejo salón de máquinas recreativas; en estos lugares no se suelen aprender demasiadas cosas, son más bien una iniciación a la carretera, la de la vida.
Estoy metafísica.
¿cabe opción a pedir una disculpa?
Se agradece.
Yo aprendí a jugar al pacman.
Y aprendí tanto que comenzó mi instrucción en el difícil arte hacer negocios, porque me di cuenta de que cuando eres la mejor en algo, no importa que ese algo sea ínfimo e intrascendente, eres la mejor, punto, y eso te concede una ventaja de la cual los demás carecen. Tampoco importa que el lugar sea pequeño, con dieciséis años es suficiente que el mundo no se te coma a bocados.
Ciento cincuenta mil era el record de la máquina, el mío, por supuesto, y cuando el jefe del garito decidió hacer concursos –y de regalo una camiseta- la menda aprendió a jugar a muchas otras cosas, de modo gratuito, digamos que era una compensación, un trato entre el jefe y yo, para que yo, dejase jugar al resto de concursantes intentando conseguir el record de la máquina, mientras, ellos iban echando capital en las arcas del jefe, cosa que no hacían si yo plantaba mi firma el primer día. Le salía mucho más rentable abrirme el cajetín de la máquina que a mí me apeteciera.
Por supuesto, el último día de concurso, yo jugaba en MI máquina y me llevaba la camiseta.
Hasta que llega un tío que te saca diez años y dos palmos, y juega mejor que tú.
Parece que has perdido posición ¿cierto? No, nada más lejos de la realidad, haces un cambio de status: antes eras la mejor de lo más bajo, y ahora la última en el siguiente tramo de escaleras.
Tú decides si quieres seguir el viaje.
Yo, (por rematar esta historia) en aquel momento decidí continuar viaje, pero el jodido rubio parece ser, había decidido a su vez no dejarme un solo resquicio y jamás conseguí arrebatarle el record.
Aprendí a jugar al billar.
……………………
Fin de la historia.
……………………
La historia no tiene moraleja, no la busques, la historia se lee entre líneas. En alguna parte de ella existe una pregunta que reza así: ¿conoces la diferencia entre el quiero estar y el soy?
14 comentarios:
Junto con el billar, aprendiste un poco más sobre la vida ¿no?
así que tú ganaste a pesar de que el jodido rubio creyera todo lo contrario (y siendo más viejuno que tú!).
un besico :)
tu no te haces una idea de lo bueno que estaba el jodio rubio. fíjate que me acuerdo hasta de su nombre.
ramiro, se llamaba, vamos, se llama, ramiro.
claro que ahora ya ronda los cinquenta y aunque los pelos que le quedan siguen siendo rubios, como que no es lo mismo :S
pero mary... ¿tu cnoces la diferencia entre el quiero estar y el ser?
es que me da que ultimamente no me entiendes ni papa. :S :S :S
Hay una alternativa: No competir. Al menos, no de forma pública.
Puede que sea más aburrida, pero no es incompatible con saber qué se es y dónde se esta. No en el fondo. ¿No te parece?
Aunque luego esta la importancia que se le de a lo que opine el resto del mundo, claro. Eso ya va en criterios.
Saludos y esas cosas de las identidades. :)
no, no se trata de una competición, ni de hacerlo o no hacerlo, se trata de conocer o no conocer los límites y cuando y donde debes a cambiar la dirección.
saludos identidad no elegida.
Ah. Pues no pides tu ná, (puntos)bastet. ¿Saber cuándo cambiar la dirección, nada menos?
Suele ser necesario que te coma el coco alguna vez antes de aprender eso. Y no siempre se tienen tres vidas.
En fin. Si tengo que elegir, prefiero que al final del laberinto me espere la cereza. :)
Saludos idénticos.
¿Equilibrio entre el quiero estar allí, pero soy lo que soy, y no llego?
Eso tiene mucho que ver con los sueños, sí señor.
Y a ti lo de soñar no se te da nada mal. Aún es posible, y lo bueno es que siempre lo será para aquellos que sepan hacerlo.
hola, lore.
aparta lore que estas en medio.
no es dificil saber cuando hay que cambiar la direccion, y si conoces tus posibilidades tampoco es tan complicado saber hacia donde.
a los cien mil, otra.
y pilla la cereza antes del final del laberinto que si no pasas pantalla.
no eres inkey, no eres pinky, desde luego no eres clyde, vas a ser blinky que es el que mas corre :S :S :S
......(¨).....C<....
por cierto pacman lleva lazito, es coca ;)
saludos coloraos.
hola lore.
¿que te has hecho en el pelo?
Quiero estar borracho. Soy alcohólico.
Quiero ser alcohólico. Estoy borracho.
O también:
Quiero estar contento. Soy gilipollas.
Quiero ser feliz. Estoy gilipollas.
O también:
Quiero estar enamorado. Soy idiota.
Quiero ser idiota. Estoy enamorado.
O quizás diversas combinaciones de todo lo anterior u otras completamente diferentes o nada de todo eso y todo a la vez.
Pero en realidad, todo esto me recuerda al anuncio de Viceroy: "No es lo que tengo, es lo que soy".
¿Alguien dijo Mr. Green?
lo que me faltaba a mí en octubre, es que german fuese un reloj :P
¿vas a ir a mirarte el oído?
Pos si estoy en medio que te zurzan.
Ya me quito.
Coca, alcohol, borrachos... ¿A qué hora salía yo del curro? Pa mi que ya había "plegao".
Germán, nada de eso, todo y mucho más y "me río del caserío", que también era un anuncio.
¿En el pelo? Es que QUERÍA ESTAR a la moda, y resulta que SOY una asocial.
iros a dormir que es mu tarde, y que vuelva el que no esta identificao que es con el unico que se pué hablar.
nanit.
buenoooo niña!
¿qué últimamente no te entiendo? ¿y quién te dijo que alguna vez te entendí????
:P
mira yo eso de conocer dónde está el límite, lo voy aprendiendo cada día un poquito más, pero a la edad que tengo y por los palazos que me he llevado ya en la vida, lo tengo bastante perfiladito.
vaya, hace muy poquitos días tuve que volver a elegir, y elegir quiero ser. Quiero ser yo misma. Una vez más.
besote chata!! :)
nota: el 'quiero ser' es un híbrido ente 'quiero estar' y 'soy' jejej y significa 'estar o no estar, pero siempre eligiendo ser uno mismo'
ya, ya he visto por ahi por tu blog lo del curro, si es que no te digo na porque soy una perezosa, pero n o te pierdo la pista.
lo que no me ha quedao claro es si sigues por barna.
Publicar un comentario