El hombre
salió del cohete con aire despreocupado, “qué te jodan” pensó mientras
repasaba el correo desde su blackberry fosforita.
“Cada día me gusta menos la gente”,
decía mientras caminaba y se desperezaba tranquilamente.
La alarma del casco sonó indicándole
que era la hora de irse.
La calle marciana se presentaba
como cada día desde los últimos meses, antipática y literariamente séptica. Las
letras se esparcían sin orden ni concierto descomponiendo palabras que
anteriormente habían tenido algún tipo de significado. Signos ortográficos
resbalaban por los riscos e intentaban enraizarse en un terreno demasiado rocoso
y demasiado caliente. Un interrogante se plantó frente a él y apenas se atrevió
a formular su pregunta. Con las manos espantó una norma que arrastraba el
viento y que a punto estuvo de estrellarse en su visera.
Por fin llegó a su destino.
Escupió de modo automático la
lista de la compra que llevaba en mente: Dos de cuarto, tres de leche y
magdalenas. Muchas gracias.
Salió de nuevo al exterior.
Llovían exclamaciones y se amontonaban a sus pies. Una oración subordinada
acompañada de un calificativo feo y grosero, intentaron atracarlo en una colina.
“Tu puta madre” les gritó mientras se alejaba a toda prisa.
Subió por la pasarela del cohete,
abrió la mochila y comprobó que no llevaba ni el pan, ni la leche y ni mucho
menos y ni por asomo, las magdalenas. En su lugar había un cuaderno de rayas,
una botella de agua mineral con el precinto roto, un destornillador sónico y
seiscientas pilas de botón que no se adaptaban a ninguno de los aparatos que
tenía en la nave en ese momento.
Encendió el ordenador de abordo,
vio de nuevo el correo, se reafirmó en su primera impresión, dudó un instante
sobre si contestarle o no, desafiando la concordancia de principios y
sapiencias que albergaba dentro de su experiencia sobre la comunicación
lingüística y emocional.
Qué te jodan, reiteró, pero esta vez
en voz alta, y acercó las pilas ya metidas en un bol y aliñadas con sal a su
boca. Distrajo su austero futuro jugando al Mario Bros. Super Mario, tan
séptico literariamente hablando, como la zona que acababa de abandonar y que
rezumaba idolatría hacia lo absurdo.
Veinticuatro
horas después, el hombre salió de nuevo del cohete con aire despreocupado, otra vez repasó el correo desde su blackberry,
recordó el momento en el cual el Capitán lo destinó a recoger muestras lunares
en Marte. Aislado. Cercado en los confines del extrarradio terráqueo.
-¿Extravagante?
¿Yo?
Le infirió
cabreado aquel lunes de verano.
-Sí, tú.
Y mientras lo metía a patadas en una celda
acolchada le increpó: te prometo que tu próxima misión, va a ser el colmo de la
originalidad.
9 comentarios:
Gracias :)
Pobres subordinadas sí, taaaaaaan sencillas de manejar ellas ;)
Mucho cohete, mucho espacio pero seguimos igual de gilís, por decirlo finamente jajaja. Buen y divertido relato. ¡Enhorabuena!
Muy bueno. Realmente original.
Un relato muy original y divertido. Bien usadas las frases obligatorias ;).
Muchas gracias María José por tu comentario, y por ver la realidad jajajajaj
Muchas gracias también, Avelino, por tu comentario, y por la apreciación de "muy bueno" :) son esas cosas que gustan de leer :)
También muchas gracias Ana Morán, por comentar y por lo de las frases obligatorias... tenían un trago :)
La verdad es que si he de ser sincero, no sé si he acabado de entender del todo el relato, pero claro, a jueves que parece viernes, con varias noches de semivela debidas a las toses de los enanos y con los virus acechando, mi neurona lo único que puede decir es que es aun más extraño que el de Ana Morán pero que me ha gustado y me ha sacado varias sonrisas.
Gracias Rudy, quizá más que raro, es pelín subrealista, con márgen para la imaginación, aunque la frase final pretende darle un cierre más real para ubicarlo.
A mí, lo que me llama la atención es que a tod@s os parece divertido. No digo que no lo sea, digo que no fue la intención.
:)
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