Caminaba yo inopiada, con la cabeza en mis cosas, mis cosas en los bolsillos, y los bolsillos, llenos de nada.
Caminaba yo así, que es como suelo caminar cuando no voy a ningún sitio y simplemente me desplazo, no pensando y absorta en a que huelen las nubes; cuando de repente, un muchacho, aguerrido y gentil me asaltó, en plena calle, asiendo en la mano algo parecido a unas participaciones de lotería.
-cómprame uno, que llevo la suerte.
-coño, que zuzto, le parecerán horas a este de vender boletos a grito pelao-
Como no suelo jactarme en elogios y suelo ser, al entender de quienes me conocen y de los que no, también, bastante ruda en mis expresiones, tosca y parca en palabras y borde en general, zanjé, o creí zanjar aquella conversación con un rápido e impertinente NO. De aquellos Noes mayúsculos, cortitos, rotundos y concisos, que no suelen dejar lugar a dudas, acompañado siempre de un movimiento de ceja derecha, en sentido ascendente, algo similar a un gesto de gruñido donde se pueden apreciar claramente los colmillos y la intención de poder utilizarlos en el caso de que fuera preciso, por si quedaba alguna.
Normalmente ante esta situación, mis congéneres han tenido bastante, e incluso seres de otras especies han entendido que el horno no está para bollos, el poder de la adrenalina que te pone los pelos tiesos. Sin embargo, siempre tiene que haber alguno, tal es el caso del aguerrido muchachote rebozado de endorfinas, que por acá le entra y por allá le sale.
Pero sigamos donde lo habíamos dejado cuando la negación era presente. Continuaba entonces mi viaje hacia ningún lugar, y en ningún lugar, pidiome yo un café con leche, corto de café, con la leche fría y un bocata de lomo con queso, pan con tomate, gracias.
Y desayuné, aunque evidentemente con la cabeza en ninguna parte que no fuera lo bueno que estaba aquel día el panecillo.
Tras el desayuno, el ladrido al camarero, el cambio y el joder que ya no me queda un duro, me dispuse a volver por donde había venido, porque andar por hospitales es lo que tiene, que te vas un instante a mear y entonces allí que aparece el médico a dar un parte.
El muchachillo de casi treinta, continuaba allí, con sus números en la mano y repartiendo suerte. Esta vez lo divisé unos metros antes de llegar a su alcance y pensé en pasar por su lado, tiesa como un palo y cateta como yo sola.
-buenos días, ahora sí me compras el número ¿verdad?
-NO.
-mujer, ¿te lo digo cantando?
Y con un gesto simpático me guiña un ojito verbenero.
-por mí como si me lo bailas.
Toma bordería, que guapa que soy y que bien que lo hago.
Y va y se me pone a bailar, en medio la calle, chascando los dedos para acompañarse y cantando que sé yo.
Vale, lo reconozco, me hizo reír, incluso consiguió agarrarme una mano, hacerme dar un par de pasos y girar sobre mi misma como una peonza mientras continuaba riendo.
-¿me compras el número ahora?
-NO.
A mí, ni se me camela tan fácilmente ni soy dada al cuartelillo.
Debería avergonzarme.
Debería, que vergüenza que no lo haga.
Cuando me he referido a esta pequeña historia, todo el mundo me reprochó lo mismo: ¿no le compraste el número?
NO.
El número no tocó, vamos ni el reintegro, lo sé porque lo vendía a la puerta del hospital y llevaba todo el mundo menos yo, sin embargo cuando me di cuenta de ello, de que el número no había sido más que otra bola en el bombo que no salió, yo, que debería haber pensado: -juas, pensé: joder, que pena, el de las endorfinas se merecía el gordo, y yo, me merecía que el de las endorfinas se hubiera llevado el gordo y a mí me hubiera dejado la suerte con dos palmos de narices, por borde y estúpida.
3 comentarios:
LA JUSTICIA NO EXISTE, SÓLO EXISTO YO, que diría la Muerte, según Terry Prachett...frase muy acertada y que podríamos extrapolar, al menos en su primera parte, al caso que nos narras, querida gatuna.
enfin, espero que el 2009 sea un año bueno para tí y los tuyos.
Hola.
Creo que hay algunas personas que han vivido algo semejante a lo que nos cuentas. Y, al final, No ha tocado nada, con lo cual, ¿ganaban ellas?
Saludos.
joder mary, que tétrica :S
¿yo gané? pues no sé, estupidez aparte, unos cuantos kilos de euros me hubieran ido bastante bien, si, creo que sí :D
creo que a pachas paco, sigo igual de feliz y lo mismo de pobre ¿me hubiera cambiado el hecho? no lo creo, dicen que no basta con ser rico, sino que además también hay que parecerlo, y yo, soy una zarrapastrosa absoluta de aquellas que lo llevan con honra y a gusto ;)
feliz año y eso.
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