¿Existen dos minutos?
Solamente dos minutos para detener las prisas y el mundo, dedicarlos a mirar dentro de mi misma, asustarme o envanecerme, o todo a la vez.
Dos minutos donde recordarme o proyectarme en el mañana, planear, olvidar si es necesario, crearme, morir, lo que sea. Dos minutos.
Dos minutos robados al tiempo, donde llamarte y oír tu voz, sin ruidos, sin un solo segundo de más, pero sí ciento veinte donde disfrutarte y odiarte, amarte y perderte de nuevo con presteza y hasta la próxima.
Dos minutos para componer una canción, desafinada si es necesario, con todas sus notas y todos mis miedos.
Dos minutos para que el alma repose de todo, incluida la vida, el poema y la muerte; sentir en la afonía del silencio, todas las vidas, todos los versos y cada final.
Dos minutos de tu tiempo coincidiendo con el mío, para que me abraces, o no, pero dos minutos donde mirarte a los ojos.
Dos minutos.
Quiero dos minutos ¿existen?
Existen en el cielo azul infinito ahora mismo puedo verlo, las nubes dormitan y se mecen sin prisa, detenidas y colgadas de la nada.
Existen en el volar de las aves, en el color de las hojas, en el ruido cadencioso del agua, en la armonía del bosque.
Existen.
Quiero ser el cielo, la hoja, el agua, el bosque, quiero ser el vuelo de las aves; ciento veinte segundos. Dos minutos, sólo yo y para mí.
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