EL PODER DE LA MENTIRA

Las mentiras más eficaces son aquellas que convierten al memo en un ser interesante, especial e intransferible, las que le hacen sentir único, lo cual no es del todo erróneo, el simple hecho de creer toda palabra exclusivamente por la procedencia de esta, ya lo convierte en especial.

Especialmente gilipollas para ser más exactos.

Esta no rara avis es, varias cosas, como ya he comentado en un tono alto pero sin intención de herir las almas simples, es exclusivamente, gilipollas titulado, a veces incluso existen papeles que lo certifican, cosa que no es de extrañar dada la naturaleza de la cuestión.

Por otro lado la creencia que sostiene sobre su rareza, detalle de creencia particular y poco sostenible ante los hechos que rodean las circunstancias, permite qué:

a-) se ridiculice continuamente sin ayuda de nadie.

b-) arrastre en su empeño a terceros que casualmente pasaban por allí.

De vez en cuando te encuentras con algún ejemplar de estos y son fácilmente reconocibles.

Hemos comentado que no pertenecen a la especie rara avis, esto no implica que no sean lo segundo: se ven venir por el jaleo en el gallinero a la hora de poner un huevo, y el cacareo posterior de toda la corrala dada a la celebración.

Tratando el problema de base.

Normalmente el mayor problema es juntar el hambre con las ganas de comer, esto quiere decir que si la mentira no es casual, que no lo es, el objetivo es claro.

El productor de la mentira es también fácilmente reconocible en el alboroto, suele ser el más educado.

Cuidado, esto no implica la educación como parte del proceso ni de la terminación de este, un bicho educado no es por definición mentiroso, pero en este caso que trabajamos mi subconsciente y yo, el mentiroso es el más educado entre los presentes.

¿qué necesidad tiene para mentir?

Conseguir sus fines, sean cuales sean, apropiándose el viejo dicho de en el amor y en la guerra todo vale, el fin justifica los medios, e incluso, bien está lo que bien acaba.

Hoy, mirando por la ventana pude ver el pollo y la gallina en el corral, la una poniendo huevos como mandan los cánones, y el otro mostrando algarabío por este hecho, y pensé, se van a ir los dos a la olla del caldo.

Esta tarde.

Aunque tengo mis dudas, porque aún no tengo claro si es que la gallina está loca, clueca, y no se ha percatado de que el pollo, que no gallo, no está hecho para montarla, ni esta tarde ni mañana.