Una vez, hace mucho, mucho tiempo, conocí una niña que no era igual que las demás. Apenas tenía amigas y solía llevar moratones en las piernas...
Este no es un bonito principio para un cuento, me saltaré un trozo.
Aquella niña fue creciendo y empezó a trabajar en una fábrica de envasado, era un trabajo aburrido y rutinario, ella tenía 16 años y no le gustaba pasarse ocho horas frente a una máquina que no dejaba de hacer ruido, o pegando cajas de cartón a mano porque el gerente era tan idiota como el mecánico. Pero lo hacía.
Sabía que tenía que hacerlo.
Punto.
Y buscaba entre la monotonía de lo absurdo, una pequeña esquirla que le diera color a la vida.
Hizo de aquel ruido una melodía continua bajo sus pies, y buscaba ritmos entre el resoplido de la máquina comedora de presentes, y los encontraba, mientras contaba las piezas que tenía que colocar en cada línea, de veinticinco en veinticinco, cien por línea, diez líneas por piso, tres pisos, cajas de tres mil.
Antes de cerrar las cajas, escribía poemas en las tapas por su parte interior, y jamás las firmaba, terminaba el verso con un buenos días, e imaginaba que alguien sonreiría en alguna parte cuando días o meses después encontrara sus palabras, un pequeño instante de felicidad anónimo y habría valido la pena.
Hoy me la encontré de casualidad, las niñas de los cuentos no existen aún así y sin existir, me ha mirado y me ha dicho: ¿sabes? a mí manera, aún escribo poemas en las tapas de las cajas, nunca pude dejar de hacerlo, porque la vida es poca cosa si sólo ves el envoltorio.
1 comentario:
"Una vez, hace mucho, mucho tiempo, conocí una niña que no era igual que las demás"
"Antes de cerrar las cajas, escribía poemas en las tapas por su parte interior, y jamás las firmaba, terminaba el verso con un buenos días, e imaginaba que alguien sonreiría en alguna parte..."
"¿Sabes? a mí manera, aún escribo poemas en las tapas de las cajas, nunca pude dejar de hacerlo, porque la vida es poca cosa si sólo ves el envoltorio"
Es extraño, encontrar, así, de golpe, a la autora de aquellos poemas que encontraba en las cajas de galletas que llevaba a mi casa. Qué suerte. Saber que esas maravillosas lineas, que aun guardo en mi memoria, son de Ana Obis, un extraordinario ser humano, una gran escritora y amiga, alguien que merece mucho la pena.
Publicar un comentario