Ya no soy poeta, ahora, mi voz roza el suelo de lo humano cuando tropieza con lo absurdo, cuando todos los principios quedan postrados al final de cada frase y se convierten en simples palabras.
Veo como la armonía de los versos vuela y se aleja e intuyo que ya no ha de volver. Y no perecerá, porque su único lugar de retorno, va a su encuentro.
Pero ya no soy poeta.
He perdido los galones y con ellos, la fe.
Cae la pluma rendida ante la ignorancia y lloro su muerte.
Mi pequeño corazón lleva en las manos monedas para Caronte.
Es hora de partir.
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