Alguna vez, pocas, os he hablado de Esther, mi hermana.
Una hermana postiza, una hermana de aquellas que te encuentras caminando por el mundo.
Más que contaros que fue, os he explicado que pasó, o más bien, qué no pasó, o qué desconozco que sucediera.
Suelo omitir como voy sabiendo de ella, de sus cosas, de como está; reconozco que no es un tema que me guste demasiado, por muchas cosas, principalmente porque me hiere y me frustra. Me ningunea, pero no a mí como persona, si no a mis sentimientos como lo que yo aún soy.
Su hermana.
Ella hace mucho que olvidó que la quiero, o que me quiso.
No importa.
O sí, pero eso es problema mío, y lo que yo haga con esa información, también, así que me frustro y permito que me zahiera, porque estoy en mi derecho de llorar por lo que me de la gana.
Aunque no se lo merezca.
Hoy es su cumpleaños.
En los últimos años, mis felicitaciones se han perdido por diversos motivos, pero yo insisto, cada 15 de Octubre intento hacerle llegar esa pequeña nota, en un alarde de orgullo y dignidad, como una pequeña patada en los morros, para demostrarle -a mí entender- que yo, soy mejor persona que ella. Cosa que por otro lado, seguramente no sea así, pero que me sirve de tirita momentánea para mi corazón herido.
Así que yo insisto, a sabiendas de que posiblemente no llegará.
Pero este año es distinto; ella digamos, me abandonó a mi suerte, se descolgó de mí, y no me quiere, pasa qué, hay quien sí me quiere, hay quien sí sabe las lágrimas que me ha costado todo esto, hay quien en estos veinticinco años ha estado ahí, aunque haya recuperado el contacto después de dieciséis y gracias a otra.
Amigas comunes, conocidas entre ellas, lo que no sabe una, la otra.
Hoy llamaré a la Susa, que tiene su número y además gracia para que le descuelgue, y le diré, niña, que hoy Esther cumple cuarenta. Llámala de tu parte y de la mía, y dile que si le apetece que me llame. Que hablaremos. Que murió mi padre y eché de menos su abrazo. Que la operaron de aquel tumor y no pude estar con ella.
Dile que la quiero y que lo siento.
Y, supongo, que como tantas otras veces, todo quedará en el aire, que mi mensaje llegará, pero que no obtendrá respuesta, que los días seguirán pasando, y, dentro de otros tantos, yo diré, joder hoy Esther cumple cuarenta y uno, y todo continuará igual.
Ya me he resignado, no tengo costumbre de volver donde no me quieren, pero no puede quitarme mi derecho a pataleta, puede no quererme, pero no puede obligarme a mí a hacer lo mismo.
Es igual, ya he dicho que este tema no es de mis preferidos, es simplemente una de mis miserias, y como tal, aflora de vez en cuando, recordándome que si todas las preguntas tiene respuesta, yo, estas no sé plantearlas.
Así que vamos a dejarlo en un simple, felicidades Esther, ojalá todo vaya bien.
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