Él es un desgraciado y, ella, algo parecido.
A ella no tengo el gusto y, sobre él prefiero omitir el asco que le tengo, pero ni mi desconocimiento, ni mis reparos, quitan que él sea un desgraciado y ella, ídem.
[Me he levantado revoltosa] -más-
Cosas que pasan.
Cómo explicaría esto si no fuera humana y posiblemente por ello objetiva... dudo si en tal situación mi definición sobre este individuo, sería la misma o quizá algo más liviana.
O, incluso, -y una risa sarcástica se arrima a mis labios en este momento- sería aún más dura y de hijo puta para arriba no saldría nada por mis deditos, mis, delicados deditos.
Dicen que no se hizo la miel para la boca del burro; yo soy el burro y las frases célebres, las compasivas, pertinentes, y políticamente correctas se las voy a dejar a otros, que me apetece más.
Decir que no me cae bien es, ridículamente escaso, tengo mis motivos. Motivos que no voy a explicar, más que nada porque un blog y mi vida restante se me quedan cortos, así que allá yo con mis miserias, mis vergüenzas, que para otro día y todo eso.
Sobre ella... no la conozco, tan sólo de vista y además de refilón, vamos, que si me la encuentro mañana de frente en lugar de baboseándole los morros, ni sé quien es, me suena algo así como por referencia: la rubia de pote enganchada bajo su sobaco -como las garrapatas- [animal soy, coño]
pero es una desgraciada, y si no lo es, ya lo será ya; nadie que haya permanecido por un periodo de tiempo más o menos largo, al lado del cabronazo ese, se libra de serlo.
Yo misma lo fui, así con conocimiento de causa y todo eso que me sirve para alegar mi contundente conclusión.
Pero que se jodan.
Ambos dos.
Que triste, a mí, lo que debería darme es pena, y salir corriendo a avisarle, a ella,, pero, jódete y baila, he perdido la empatía, soy una cucaracha vil y rastrera que ni siente ni padece, sólo juzga, no, espera, si juzgo no soy una cucaracha. Aunque sí todo lo demás.
Debe ser una crisis de personalidad.
Seguro, sí.
Lo jodido de cumplir años es que te vas haciendo viejo, después te mueres claro, pero lo mejor de ello, antes de morirte evidentemente, es que al final aprendes a bailar, a patinar, y a cagarte en la puta madre de alguno en voz alta y sin complejos. !Oh!, que gustazo.
Y yo estoy en esa fase de aprender, no tacos nuevos, qué de esos sé bastantes, ni apelativos, que aunque no suman lo mismo, en mi repertorio existen suficientes como para despotricar con gracia, sino en la fase de ya no sentir ningún tipo de reparo por culpa de esta asquerosa y sucia lengua mía.
Claro y a tener en cuenta, con veinte ya me daba bastante igual, pues ahora, con casi veinte más que entonces, ya es la repanocha.
Pero como iba diciendo, él es un desgraciado, y tampoco tiene complejos, le gusta pasear palmito. Borrachuzo y desaseado, tal cual siempre lo hizo -que lástima que lea pero no comprenda, porque le iba a meter esto por la boca... mientras le taponaba el ojete- [realmente revoltosa]]
Y cada quien es cada cual, y esta soy yo, rencorosilla los días pares y algo parecido los restantes, sin fiestas qué guardar y poco dada a golpearme el pecho. Atea e insurgente. Borde.
Ya me lo digo yo todo, que él gusta de llamarme maleducada, pues que no le falten motivos, ni razones, ni argumentos, aunque escasee en vocabulario seamos justos y juguemos con la misma baza, y cuando yo le diga: oye ¿sabes que te digo? Que eres un desgraciao, él pueda contestarme: y tú, tú... tú eres todo eso que has dicho.
Hay que joderse.
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