Posiblemente no sea una casualidad –se acerca mi 38 cumpleaños- en que me haya dado un ataque moñas de melancolía.
De repente hace unos días recordé mi etapa de ¿estudiante? en el instituto y con ello recordaba a mis viejos profesores.
Digo viejos, porque de repente caí en la cuenta de que aquí, señoras y señores, los últimos veinte y pico de años, han pasado para todos.
Haciendo una observación rápida de la edad que ellos podrían haber tenido entonces, ando calculando que alguno estará pasando los setenta.
Ha sido un bofetón a mi conciencia.
La puta página web del instituto solamente habla del año en curso, ni un vestigio de memoria, como si los que recién estrenábamos el centro, tanto profesorado como alumnado, no hubiéramos existido jamás.
Recuerdo con cariño a Genis el viejo portero del centro, siempre amable y dispuesto a ofrecerte una sonrisa.
A Masó, aquel tutor regordete y orejón, buena persona, profesor de tecnología.
A Bautista, mi profesor de castellano, el mejor maestro que he conocido jamás.
A la guarra aquella que nos daba inglés ¿cómo se llamaba? No me acuerdo. Vaya, que pena.
También recuerdo con cierta tristeza al Jaume, un profesor de matemáticas que siempre andaba medio borracho entre semana y los lunes concretamente, borracho y medio. Seguramente a este le ganó la partida una cirrosis.
A
Al nota aquel que se llamaba Xavi, un profesor de T.E.G, que terminó siendo director y al que le acabé rompiendo una botella de Jack Daniels en la cabeza una fiesta de carnaval.
Al Esteve, un tío al que realmente le importaba la gente, daba igual que fuéramos alumnos, para él, éramos personas.
Luego estaba el de física. El Betyyyyyyyyyyyyyy, no sé cual era su nombre. Lo llamábamos así porque era igualito que el tío aquel de la tele. Sí, aquel que gritaba Betyyyyyyyyyyyyyyyyyy.
Al Antoñito, el maestro del taller. El pobre nos cerraba la puerta con llave porque nos escapábamos de sus clases.
Aaaaaaaaaaaaah, la guarra aquella se llamaba Mariona, la de ingles. Me ha dado una luz.
Cómo me gustaría volver a verlos.
Ayer mi hija estaba jugando con el facebook y agregaba compañeros de instituto.
¿Quieres buscar a alguien? Me preguntó ¿para qué? Me dije a mí misma.
Debo tener expresiones particulares porque ella me contestó sin yo haber abierto la boca, ¿para saber algo de alguien que hace tiempo que no ves?
Le di un par de nombres de las compañeras de colegio. Nada, ni una, que mierda de promoción aquella la nuestra. Con esas vidas tan sencillas y aquellos nombres tan vulgares.
Y de repente y en el hilo del instituto y en el de los nombres vulgares, recordé a un compañero de otra aula con el que compartíamos las horas del desayuno.
Uno de aquellos compañeros con nombre pomposo e irrepetible, nombre y apellidos espectaculares, de aquellos que no olvidas jamás.
Mi hija me decía ¿en serio? No puede tener ese nombre, ni ese apellido. O ese nombre con ese apellido.
Que sí, te lo juro.
El ordenador iba en busca y captura de aquel nombre mientras mi hija me miraba incrédula y como si yo me hubiera vuelto loca.
El segundo apellido aún es mejor, le decía, y le dije el nombre completo.
Mama, nadie puede llamarse así. ¿En serio?
Que sí, coño.
Y tócate los huevos Roque.
En aquel buscador donde yo había introducido un nombre con un primer apellido, me devolvía el nombre, el primer y segundo apellido –ese que mi hija no creía- y la foto de aquel compañero de hace más de veinte años.
No me lo puedo creer.
Dije. Es él, sí, alguien puede tener ese nombre, lo que no puede ser es que nadie más se llame así.
Me dio un ataque de risa.
Me dio un ataque de risa porque me parecía increíble que estuviera allí delante de mí aquella foto, más de veinte años después.
Me dio un ataque de risa porque introduje su nombre jugando con mi hija de la manera más estúpida y se me encogió el alma cuando vi su nombre escrito veinte años después.
Por un nanosegundo veinte años no habían pasado.
He de reconocer que me emocionó.
Gracias Bárbara.
Y gracias compañero del nombre espectacular, de verdad.
3 comentarios:
Hola,
Qué razón tienes. 20 o "taitantos"...Lejos tienen que ir los recuerdos cuando vemos pasar el tiempo. El instituto...buff!, qué lejos. Curiosamente hay dos coincidencias en los caractéres de dos de tus antíguos profesores con dos de los míos. El profe de mates y la de humanística.
PD: Gracias por pasearte por mis Rayajos en el Aire, es un placer.
Abrazos
el placer es mío.
me gusta tu blog.
:-)
Hola,
He creado los primeros premios Rayajos 200X y quiero que sepas que tu blog es uno de los participantes. Si te parece una iniciativa interesante te invito a que corras la voz.
Muchisimas gracias por tu ráfaga de viento.
Abrazos
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