Uno a veces se deja los recuerdos olvidados entre cajas, indefinidos, en forma de láminas de papel, en frasquitos de cristal que desprenden olores, quizá son muñecas de trapo, caballos de plástico o viejos coches de lata.
Los recuerdos en papel a veces van datados y sitúas el instante por la fecha y hasta donde la lógica te acompaña.
Hoy, encontré entre trastos, un billete de tren, en papel, cuarenta pesetas el importe y con fecha de finales, de un supongo, frío, noviembre de 1986.
En esas fechas yo acababa de cumplir quince años.
Por aquel entonces dibujaba, y junto con el billete aparecieron láminas y bocetos, carboncillo y tinta china.
Libros de texto garabateados.
Novelas que nunca leí.
Cuentos y cromos.
Luego vinieron los conciertos, los novios, -los serios y los que no- los amores platónicos, el primer desengaño, la primera borrachera, el primer flai, el último, los derivados –sin comentarios- el me voy de casa con diecisiete tacos…
Y la vida comenzó a correr.
Veinte años después, un día que vas a comer a casa de tu madre, te dice que aún tienes trastos en cajas, al fondo del empotrado, que lo mires y que tires lo que no sirve. Y te encuentras un billete de tren con destino aquella estación, y de repente ves al Cholo corriendo detrás de un gato, a la otra muerta de la risa porque una tercera se ha artado de llorar por un tío que no conoce, oyes como la música del aquel bareto ilegal suena cada vez más lejos, mientras te vas a cercando a la estación a través de un descampado, sin luces y lleno de escombros, y tropiezas, y claro, te caes, y la que se estaba descojonado, se va a morir de verdad porque ya no puede con tanta estupidez generalizada en la basca, ni se aguanta de pie con todo lo que se ha bebido.
¿Quién hizo el siete? Pregunta aquel cuando se cansa de correr detrás del gato, pero metí la negra, dice la desengañada con la cara llena de mocos, sí, en otro agujero, replico yo mosqueada porque perdimos, ji ji ji vamos a perder el tren, comenta la que más se divirtió aquel día.
Y todos corremos hacia la estación, y lo cogemos, y el pica, que nos mira raro pero nos hace un billete, justo en aquel instante, escribe con bolígrafo azul: 29-11-1986.
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