¿Debería apenarme esa falsa imagen que muestras?
¿Ese rostro demacrado por la falta de vida en tu alma?
¿Tienes alma?
¿Quieres oír lo que siento?
Siento ira y angustia, siento rabia y dolor y no, no me apena tu imagen, no me apenan tus lágrimas y no me afecta que arrastres contigo a ese pobre desgraciado que te acompaña. Sea quien sea. Otra víctima.
No me duele. No me dueles tú ni me duelen tus causas.
No te creo.
No creo en esa imagen demacrada, no es cierta, no es real.
Es parte de tu número, de tu mentira, de tu hipocresía, de ti.
Eres eso que veo mientras exiges compasión ¿Exiges? ¿compasión?
En el infierno existe un lugar reservado para ti, una silla con tu nombre, un espacio para tu tiempo.
Eres mentira, cada aliento es mentira, cada poro, cada gota de sudor, cada minuto, cada sonrisa, todas las lágrimas y uno por uno también, todos los silencios.
Eres un monstruo.
Estás condenada al fracaso y arrastrarás en él todo lo bello que se acerque a ti, todo lo bueno, todo lo sagrado que pueda tener el amor. De donde provenga.
Estás yerma, muerta, vacía. Eres nada.
Eres nada y de nada te rodeas y te cubres. Salpicas nada, estás rellena de nada. Un inmenso pozo negro, sin conciencia, sin salida, sin vida.
Estás muerta y podrida y no, no me apenas.
No me apena tu vacío.
No me sorprende.
No me afecta.
Nada, nada, nada.
Ni si quiera me aflijo por quien te rodea, morirán contigo, se pudrirán contigo, apestarán contigo y se convertirán en una nada infinita a tu lado. Mientras tú, falsamente compasiva, darás las gracias por ello, engañándolos, engañando al mundo, corrompiendo, oxidando y devastando las almas.
¿Debería apenarme esa falsa imagen que muestras?
¿Ese rostro demacrado por la falta de vida en tu alma?
¿Tienes alma?
¿Quieres oír lo que siento?
Siento. Y es suficiente.
Tú nunca podrás.
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