Querido anónimo o anónima, siendo consciente de varias cosas, la primera de ella es que usted –permítame en este instante el tratarlo con cortesía, que para otro tipo de momentos y tratos, siempre habrá tiempo, dejemos de lado el tuteo y, con licencia o sin ella, hoy, le adjudico el título de Don, Don Anónimo para ser exactos, que me cuadra más a mí, desconozco el motivo de ello, que vos, Don Anónimo, los pendientes, los lleva colgando- decía yo antes de irme a pasear por Úbeda, qué, siendo consciente de que usted va en estos momentos un paso por delante de mí y sabe más que yo, -encantada de que así sea por otro lado-, y dubitativa en su identidad, qué siendo cosa que no me quita el sueño, sí es motivo suficiente para que yo le dedique en este momento, estas líneas, me agradaría comunicarle que es todo un placer el poder hacerlo, que ha pasado a ser mi desconocido favorito y que me planteo la posibilidad de hacerme informática para localizar su IP.
-se m’ha io la olla-
-Con lo del cambio de carrera digo-
Reconozco e intuyo tras sus palabras, que debemos conocernos, que Internet es un pañuelo, y que posiblemente coincidimos compartiendo alguna casa virtual en algún momento de nuestras vidas cibernéticas.
Le agradecería un guiño textual para reconocer su imagen, o por lo menos la imagen en la cual yo debería ubicarlo, puesto que he estudiado su modo de escritura, su vocabulario, y todo lo estudiable en sus escritos y… para ser aquel me falta un “querida”, para ser el otro me sobra filosofía, para ser el de más para allá la filosofía va en línea, pero me asombraría a la vez que me halagaría… vamos, para que nos entendamos y como finamente diría la princesa de más abajo: ni pajolera.
Por supuesto y ante todo, le respeto enormemente que aparezca tras la capa, que no máscara, y que me parece un acto precioso el hablar cuando se tiene algo que decir aún siendo desde la picaresca, menos me gustaría que se me identificara vos de modo fraudulento.
Sobre el tema musical que tenemos pendiente, prometo hacer algo al respecto, déjeme usted pensar el qué.
Como habrá podido observar, la corrección política no es uno de mis platos fuertes, -aunque eso ya lo sabíamos todos antes de venir aquí-, no obstante espero, le haya sorprendido gratamente comprobar que sí sé donde está la tecla de las mayúsculas y la de los acentos, y no solo eso, si no que además sé donde se colocan, para jodienda de algunos.
Dicho todo esto, creo, debo cerrar ya la misiva ante la duda sobre si las confianzas dan para tanto; aunque he sido del todo correcta y educada siempre cabe la posibilidad de meter la pata –o mear fuera de tiesto que para el caso es lo mismo pero más escatológico y menos fino- y desearle a usted, Don Anónimo, un buen día.
¿ya le deseé un buen año?
En todo caso, me repito, que más vale que sobre un palmo a que falte un dedo.
Mucho gusto en tenerlo presente por estos lares, mi casa y, por supuesto, también la suya.
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