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31 enero 2009

FRIKILANDIA


Ayer paseábamos plácidamente  por una calle de Lérida capital, cuestiones laborales nos habían acercado allí. Mi chico se esfumó tras una puerta que rezaba “cómics” y yo suspiré y le dije: por ahí delante ando.

 

Lo mejor de perderte por las calles de una ciudad o un pueblo que no conoces, es que muchas de las veces te topas con sorpresas agradables e inesperadas; haciendo esquina vi el típico macro 100 y, básicamente deambulando y por inercia, mis pasos me llevaron al escaparate. Figuras y más figuras se amontonaban no demasiado bien dispuestas y poco elegantemente tras el cristal, apenas dejaban ver la colección de plásticos y fiambreras que reposaban más adentro. No pensé nada. Giré sobre mí misma llevando la vista hacia el lugar a donde nos habíamos separado, pero él no apareció, debía estar revolviendo todos los cómics del lugar, así que continué mi excursión óptica del distrito.

 

Una plazoleta con columpios y niños en edad de utilizarlos, sus madres y nanas perdiendo o ganando tiempo en los bancos, tráfico, gente con prisas, un señor con un perro precioso pero con bozal, y yo. Yo, clavada en medio de la nada, dispersa entre el movimiento, que presupongo habitual, en aquella calle leridana.

 

He de advertir, que ni las capitales, ni las ciudades grandes son de mi agrado, que han de poseer una serie de características para que yo les conceda una pequeña tregua y no las tache de grises e inhabitables. Por alguna razón que desconozco, Lérida, sin ser poseedora de tales características es, sin embargo, una de las ciudades por las que me gusta dejar que mis pies vaguen, ajenos mis oídos al crujir de las ambulancias y a todos esos ruidos urbanos que tanto me desquician.

 

Continúo mi dispersión adelantando mis pasos unos metros por la acera y vuelvo a mirar calle abajo; ni rastro del héroe.

Disponiéndome a prolongar  mi merodeo y mi curiosidad, inicio de nuevo mi paseo fijándome entonces en los carteles que irrumpen en las fachadas, veo el del estanco del barrio, el de la farmacia, el colmado y uno que reza: TENEMOS PUZZLES.

 

Otro inciso necesario, los puzzles, son, la gran pasión de mi vida, puedo sumergir mi cabeza entre las piezas durante horas, 1000, 2000, 5000, el clásico, los de miniatura, nanopuzzles, tridimensionales, panorámicos, redondos, fluorescentes… todos.

 

Metal e imán. Sin pensar en absolutamente nada más entro en el establecimiento.

 

Y aquí es adonde voy con lo de las sorpresas inesperadas ¿puzzles? Puzzles, barcos de montaje en miniatura, cartas de magic, soldaditos de plomo, coches de coleccionista, casas de madera y complementos, ladrillos de dos cm, tejas, césped…

 

Cualquier cosa que se pueda montar, coleccionar  e imagines, estaba allí, ordenada y a la vez  amontonada, cientos de puzzles, decenas de barcos, miles de ladrillos, estantes con las pinturas, coches de metal con puertas que se abren y ciento cuatro detalles en la guantera.

 

¿Qué buscas? Me preguntó el chaval. Sube la rampa, baja la rampa, detrás de la estantería de los coches.

 

¿mi chico? Ya me encontrará en cuanto vea el cartel.

 

Creo que estuve cerca de una hora paseando por un pasillo lleno de cajas rectangulares buscando un puzzle en concreto, caja por caja, motivo por motivo, y aunque hubiera sido más sencillo preguntar, disfruté como una mema perdiendo esa hora y viendo cosas sorprendentes.

No lo encontré, compré otros tres que me agradaron por igual. Esas cosas que tienen los vicios.

 

Salía con mis cajas bajo el brazo, y me costó una hora más llegar a la caja; cada paso era perder los ojos tras algo ¿esto que es? ¿y eso? Mi chico ya me había encontrado hacía un rato, él andaba perdido por otros lados de frikilandia y haciendo amistad con el abacero, quedaron en un “llámame cuando vuelvas con tiempo, que iremos a jugar a magic”

 

Yo salía del comercio diciendo “esta tienda debería estar prohibida”, la madre del vendedor se reía, mi chico me arrastraba a la puerta, yo miré por primera vez el escaparate… habían cosas que no había visto dentro. Increíble.

 

Tengo una cita pendiente, con tiempo, en una pequeña calle de Lérida, corta en Passeig de Ronda, más o menos a la altura del Carrefour, dirección una plaza con niños y perro precioso con bozal, no sé como se llama, pero no tiene pérdida… es FRIKILANDIA. Si la ves, no pases de largo.

 

 

 

 

6 comentarios:

Errantus dijo...

Buena recomendación, especialmente con las señas que das para encontrarla. Porque, a fin de cuentas, podemos encontrar FRIKILANDIA en muchas ciudades y muchas esquinas, con o sin perro con bozal. Lo importante es el sentimiento de asombro e iluión que transmites. Creo que buscaré mi propia tienda perdida de esas que tienen tesoros perdidos y que cuando regresas ya se han desvanecido, pero no antes de vendernos una maravilla. ;)

aspid dijo...

juas, ¿sabes? continuo con la sensación de que me dejé alguno por ver, que si hubiera visto, hubiese comprado :S:S:S:S:S

¿cómo estás? no sé na de ti :-(

Anónimo dijo...

Hay antros de perdición que sólo admiten ser erradicados por medio de alguna bonita explosión (banda sonora opcional, claro).

Es lo que tienen los vicios. Sólo se combaten con medidas extremas. ¿O no es siempre así?.

Opinado esto, adjunto unos anónimos saludos de Febrero. :)

aspid dijo...

la medida extrema que voy a tener que tomar yo, será comprar una casa de 900 metros cuadrados, para poder colgar tanto vicio :S

tengo en este momento siete debajo de la cama esperando que los enmarque, dos debajo del sofá que son los que voy haciendo, depende del día, uno u otro, otro más enmarcado entre el armario y la pared, y cuando fuimos a lerida, cargué en el coche cinco más para dejarlos en casa, allí se han quedado, esperando que vuelva y les busque una pared :S :S :S

noni, más saludos ;)

Errantus dijo...

Todo bien por esos lados, con una niña tan cabezota como sus padres, que se rehusa a salir aunque ya la hayan amenazado con un desalojo definitivo. XD

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

Esto no tiene título es simplemente lo que hay. Estoy remontando el vuelo y existen días mejores y otros más hijos de puta, pero no me he rendido y no voy a hacerlo tampoco, principalmente por que no me da la gana y por que aún me queda sangre.
A partir de aquí y por este motivo se puede leer cualquier cosa, algo que también me la suda bastante, es mi blog y es el espejo, es tan simple como reflejarse o no, si te quedas o te vas no es culpa mía, ni tuya, quizá nos parezcamos más de culo que de frente, en todo caso la puerta no tiene llave, no cierres al entrar y no des un portazo al marcharte.

licencia

Todo lo que hay en mi casa es propiedad mía, los textos sin firmar son de mi puño y letra, las obras firmadas pertenecen a sus autores y así constará en todo caso, todas las poesías de “el silencio del espejo” me pertenecen a mí.
Recuerdalo.
Un abrazo y muchas gracias por tu visita.
ah! la licencia real, anda por ahí abajo, es que la informática y yo no nos ponemos de acuerdo prácticamente en nada y esta vez, se ha empecinado en no querer subirme la imagen hasta aqui.
Ella misma, no pienso olvidarme de esto...
En fin...
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