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Es broma.
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Por otro lado, todos los textos de este blog son míos, si apareciera la pluma de otro, lo haría con su firma. Siempre.
Si te llevas alguno, cita y enlaza, no me importa que compartas, pero que yo no me entere de que te lo has apropiado.
Internet es un pañuelo.


LIVERTAD. Jamás me obligareis a escribirlo con B

11 noviembre 2008

los límites del perdón.

Los límites del perdón no existen.

 

Talvez no te merezcas que te perdone. No. Muy posiblemente no te lo hayas ganado.

Pero… ¿Qué tengo que perdonarte? Eres como eres y eso, yo ya lo sé, lo asumo. En cierto modo lo acepto. Por eso, muchas de las veces, la culpa es tanto tuya, como mía.

Aunque a estas alturas debo reconocer que no lo esperaba de ti, también es cierto que soy completamente consciente de que actúas por impulsos y que no es de extrañar que de vez en cuando que me toque a mí, porque ni soy tan especial para ti, ni me quieres tanto como a mí me gustaría.

Lo que realmente me duele es tu egoísmo y esa prepotencia que aparece ocasionalmente cuando te sientes enfadado; ese mal genio mal enfocado, esa especie de desequilibrio que gustas de sufrir y que hace que dispares a discreción como si fueses un maldito franco tirador.

Pero lo acepto, los límites del perdón no existen.

Y sé que volverás a hacerlo. Arremeterás contra mí de nuevo, el día que quieras hacerte daño, porque hiriéndome a mí, te dañas tú.

Es complicado aceptar que sólo soy un mecanismo de uso ególatra.

Pero ¿sabes? Seguiré confiando en que ese día aprendas de ese error. Tú continuarás preguntándote porque lo hago, yo seguiré intentando que comprendas que te quiero, demostrándotelo y  con el único fin de que tú aprendas a quererte.

La diferencia entre tu y yo, es que yo jamás he tenido que pedirte perdón.

Me has herido compañero, afilaste las garras y me las clavaste de lleno en el alma, a traición, lo hiciste en el momento preciso, justo cuando yo te estaba pidiendo una mano amiga, una palabra dulce.

No, ciertamente, talvez no te merezcas que te perdone.

Pero… ¿Dónde están los límites? ¿Volverás a hacerlo? Convencida estoy de ello ¿te perdonaré entonces? ¿Cuántas veces vas a tensar la cuerda? Quizá se rompa y te de en los morros. ¿quieres alejarme de ti? ¿pero quieres alejarte tu, o quieres que me vaya yo? No me manipules.

 

Los límites del perdón están en el corazón de cada uno, no vuelvas a apropiarte derechos, no vuelvas a inventarte motivos, porque lo que sí que tiene límites, es la paciencia y yo de eso no voy especialmente surtida.

 

¿has perdido la coherencia? ¿recuerdas cuando la utilizabas para no herirnos?

Déjame a deber tu amor si quieres, pero no me pagues con tu odio.

 

No, no voy a acusarte de haberme atacado pero no te escaparás sin que juzgue tus motivos y entonces haré como tú para salir igual de malparada. Buscaré entonces mis propios límites del perdón donde curiosamente, ambos coincidiremos en tener la manga más ancha con el otro que con uno mismo.


 

 

 

 

4 comentarios:

Germán R. (personare) dijo...

Lo bueno que tiene tu texto es que cualquiera podemos sentirnos identificados con él... en los dos extremos de la cuerda.

Anónimo dijo...

A veces atacamos lo que nos rodea para desahogarnos de otro ataque, del trabajo, de los amigos, del mundo ... de uno mismo. Atacamos lo que conocemos y nos rodea y porque lo conocemos sabemos herirlo. Cuando hemos herido y se nos acaba el enfado quedan las ruinas, ruinas de una amistad, ruinas de confianza, ruinas de amor. Eso hace que nos ataquemos a nosotros mismos ... nos hacemos daño, nos castigamos provocando algo que nos duela y a veces volvemos a atacar.

Si pudiéramos leer la mente de los que nos atacan ... quizás viéramos que tanto daño no iba dirigido hacia nosotros, a veces nos hacen daño para justificar que les hagamos daños a ellos. Para compensar su dolor. Para que los odiemos como ellos se odian.

Si a veces el dolor nos dejara pensar, si el dolor nos dejara ver todo y no sólo lo que nos daña, si el dolor no ocultara y llenara cada grieta de nuestra mente, si el dolor nos dejara ser nosotros mismos ... podríamos dejar de sentir dolor.

Anónimo dijo...

Mmm... iba componiendo yo hoy un ensayo mental sobre "los límites del perdón" de lo más jugoso. En verdad que sí, pueden Vds. creerlo.

Pero como lo que realmente importa en un blog es lo que diga el am@ del cortijo, va a ser que lo concentraré en una sóla frase lapidaria (y pedante en extremo): "Los límites del perdón son sólo los límites del conocimiento y no otros".

Para más aclaraciones, igual un día de estos enloquezco y hasta me abro un blog. :O

Mientras, me vale perfectamente lo que suele escribir La LiVertaria. :)

Deseos de salud y restantes parabienes.

Xanadú dijo...

Ahora no, gata, ahora no, pero ya lo verás, lo verás y lo harás o no podrás seguir... y has de seguir, aunque te joda, aunque duela.
Después, con el tiempo, duele menos, y se olvidan cosas (o si no, nos daría un patatús).
Además, recuerda que tú SÍ sabes lo que es el amor.

Un beso fuerte.


Esto no tiene título es simplemente lo que hay. Estoy remontando el vuelo y existen días mejores y otros más hijos de puta, pero no me he rendido y no voy a hacerlo tampoco, principalmente por que no me da la gana y por que aún me queda sangre.
A partir de aquí y por este motivo se puede leer cualquier cosa, algo que también me la suda bastante, es mi blog y es el espejo, es tan simple como reflejarse o no, si te quedas o te vas no es culpa mía, ni tuya, quizá nos parezcamos más de culo que de frente, en todo caso la puerta no tiene llave, no cierres al entrar y no des un portazo al marcharte.

licencia

Todo lo que hay en mi casa es propiedad mía, los textos sin firmar son de mi puño y letra, las obras firmadas pertenecen a sus autores y así constará en todo caso, todas las poesías de “el silencio del espejo” me pertenecen a mí.
Recuerdalo.
Un abrazo y muchas gracias por tu visita.
ah! la licencia real, anda por ahí abajo, es que la informática y yo no nos ponemos de acuerdo prácticamente en nada y esta vez, se ha empecinado en no querer subirme la imagen hasta aqui.
Ella misma, no pienso olvidarme de esto...
En fin...
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