Amo las rotondas.
Las rotondas son esa parte de nosotros que siempre estuvo ahí y que nunca nos atrevimos a reconocer.
¿Qué es una rotonda sino una extensión redonda de la estupidez humana?
Yo, como supongo la gran mayoría de vosotros, tengo en mi haber gratos recuerdos sobre mi estrecha relación con las rotondas.
Oda (Nerudiana) a la rotonda.
Vayas donde vayas por esta España nuestra
siempre hay una rotonda dispuesta
que no te puedes perder.
Quizá sea un haiku. Lo mismo me da.
En los recorridos que realizamos conjuntamente mi vehiculo y yo, obsérvese kia rio y la menda del kia, hemos tropezado, no literalmente, aún, con unas cuantas extensiones de estos símiles de donuts. Hallándolas en todo grado y de todo tipo y muy dadas ellas a complicarnos y/o jodernos directamente, la existencia, a mí, y el cambio de marchas a mi ranchera.
Conozco una , que en primera es tan absurda y en segunda tan peligrosa, que lo mejor es irse por otro lado, pero es que es tan divertido que sea tan absurda, que por inercia no podemos evitar el ir a verla, amén de cuando ya se pone la urbana a regular el tráfico a la salida del colegio en la mismísima rotonda, vamos el acabose, casi casi orgásmico.
Unos 20 metros atrás dejamos la rotonda chufni –“chufni” es un palabro que una noche de fiesta, hace mil años, una colega mía borracha como una ceporra, utilizó para denominar un ovni que juraba y perjuraba ver sobre nuestras cabezas. No estaba, claro, pero el palabro quedó- la rotonda chufni, comienza aquí y no sabes muy bien cuando vas a salir de ella, otro misterio humano puesto que solo tiene una entrada y una salida, debe ser como una hectárea y media de vuelta entupida, con palmeras centrales, cuatro, cada una de ellas mirando hacia un punto cardinal distinto y rodeada con iluminación fashion de lucecitas azules, la descubrimos una noche que íbamos de urgencias al hospital. Las luces, la gilipollez de la rotonda ya la conocíamos.
Luego están las rotondas centrifugadoras, son aquellas en las cuales puedes dar desde un mínimo de cinco vueltas , hasta un máximo de “ya me he cansao” intentando adivinar por cual salida te sales, unas veces porque las indicaciones no son explicitas, y otras, porque los árboles son de la clase “simpáticos”, que tienen dos ramas p’arriba y todas las demás, delante de la señal; de estas hay una llegando a Granada, enfrente de una gasolinera. Majísima, la rotonda, la gasolinera no me dio tiempo a verla, ya me había mareado para cuando quise leer Repsol.
También existen las rotondas sorpresa: esto es, tu vas por aquí hoy y no hay y vuelves a los diez días y tiene hasta setos con flores de temporada. De estas nació una hace poco en Binefar.
Las acuíferas: 200 metros cuadrados de césped y cinco aspersores mirando a tus cristales, o en el peor de los casos a tu ventanilla bajada.
Las humorísticas: son aquellas que gozan de un semáforo a la salida, de esos que se ponen bermellón na más que de mirártelo, y tu te quedas aquí, sin poder salir y el otro allí, sin poder entrar, y el de en medio con un intermitente pa un lao y la rueda pa l’otro intentando tirar el línea recta.
Las cachondas: pequeñas, y lo suficientemente juntas como para hacer el ridículo veinte veces seguidas en tan solo cien metros. A la altura de Monzón ha crecido un ejemplar nuevo de este tipo de rotonda puñetera.
Las artísticas: ¿Quién coño diseña los dólmenes de la decoración rotondil? Léase “Lérida también existe”.
Las de “aquí estuvo toñin”, o cualquier cosa que puedas leer en el culo del mundo: encuentras ESA rotonda, detrás una gasolinera, y más atrás de detrás… NADA.
Las colgantes: subida con un desnivel del 10%, detente, y en dirección al cielo intenta incorporarte con el volante de lado, poner el intermitente, cambiar de marcha, evitar que el coche se vaya p’abajo, todo esto para salir un metro a tu derecha… haber si tienes huevos de hacerlo a la primera.
Las prácticas: estas sí sirven, son muy útiles cuando te pasaste una salida concreta en una rotonda –como no- y esta la puedes utilizar para hacer un cambio de sentido, la lástima es que esta, suele estar unos treinta y ocho kilómetros de la cagada inicial y te hace volver, vía turística, rodeando nueve pueblos y contemplando sus vacas autóctonas. Que no se diga.
La creativa: rotonda que permanece continuamente en obras y que cada día se presenta su forma, redonda o no, desplazada unos metros a la situación anterior que recordábamos. Esta rotonda no posee carriles, ni señales horizontales de separación de estos – ah, pera, que no existen- ni nada que te indique cuando o como puedes pasar, ni mucho menos por donde, goza eso sí de muchas rayas amarillas que hoy te indican algo y mañana te lo inventas. Y conos de colores, que se van moviendo de un lado a otro o señalizan una cosa u otra, dependiendo del ánimo con el que se haya levantado el obrero.
Las rotondas media luna: te lo juro, YO vi una.
Pero a mí lo que más me gusta de las rotondas, sea cual sea su forma, ubicación o linaje, es la gente que circula por ellas.
Está el que pone el intermitente a la izquierda nada más entrar, se mete en el carril de su izquierda –en el caso de que exista- con su intermitente a la izquierda, que una se pregunta si es que se va a subir al césped, pisando las luces discotequeras, se va a comer los aspersores por haberle mojao los morros, y va a acabar encima del dolmen por nublarle la vista.
Al final sale por su derecha, como todo el mundo, pero luciendo a la izquierda que como que le mola más.
Luego está el que no te pone el intermitente y sale por donde primero le viene y como primero le viene, pasando de los que vamos detrás, de los que lleva delante, del tío del intermitente, el del affaire con el césped, y del alcalde que le puso nombre a la rotonda.
También molan los camioneros en una rotonda de estar por casa: adiós luces, adiós césped y adiós tu sino te andas con ojo. Ni te cuento como quiera utilizarla para un cambio de sentido. Im-pre-sio-nan-te.
Los niños y sus motos en la rotonda: que se cae, que se la pega, que se mata… coño, que ha salio. Que no me lo puedo de creer.
Y ya por último, los viandantes que se creen eternos e inmortales y cruzan a la rotonda – vete tu a saber a que coño- y te salen por donde menos te lo esperas: jefe, que una rotonda es una curva constante, cojones.
Qué envidia de autopistas que sólo tienen peajes.
Las rotondas son esa parte de nosotros que siempre estuvo ahí y que nunca nos atrevimos a reconocer.
¿Qué es una rotonda sino una extensión redonda de la estupidez humana?
Yo, como supongo la gran mayoría de vosotros, tengo en mi haber gratos recuerdos sobre mi estrecha relación con las rotondas.
Oda (Nerudiana) a la rotonda.
Vayas donde vayas por esta España nuestra
siempre hay una rotonda dispuesta
que no te puedes perder.
Quizá sea un haiku. Lo mismo me da.
En los recorridos que realizamos conjuntamente mi vehiculo y yo, obsérvese kia rio y la menda del kia, hemos tropezado, no literalmente, aún, con unas cuantas extensiones de estos símiles de donuts. Hallándolas en todo grado y de todo tipo y muy dadas ellas a complicarnos y/o jodernos directamente, la existencia, a mí, y el cambio de marchas a mi ranchera.
Conozco una , que en primera es tan absurda y en segunda tan peligrosa, que lo mejor es irse por otro lado, pero es que es tan divertido que sea tan absurda, que por inercia no podemos evitar el ir a verla, amén de cuando ya se pone la urbana a regular el tráfico a la salida del colegio en la mismísima rotonda, vamos el acabose, casi casi orgásmico.
Unos 20 metros atrás dejamos la rotonda chufni –“chufni” es un palabro que una noche de fiesta, hace mil años, una colega mía borracha como una ceporra, utilizó para denominar un ovni que juraba y perjuraba ver sobre nuestras cabezas. No estaba, claro, pero el palabro quedó- la rotonda chufni, comienza aquí y no sabes muy bien cuando vas a salir de ella, otro misterio humano puesto que solo tiene una entrada y una salida, debe ser como una hectárea y media de vuelta entupida, con palmeras centrales, cuatro, cada una de ellas mirando hacia un punto cardinal distinto y rodeada con iluminación fashion de lucecitas azules, la descubrimos una noche que íbamos de urgencias al hospital. Las luces, la gilipollez de la rotonda ya la conocíamos.
Luego están las rotondas centrifugadoras, son aquellas en las cuales puedes dar desde un mínimo de cinco vueltas , hasta un máximo de “ya me he cansao” intentando adivinar por cual salida te sales, unas veces porque las indicaciones no son explicitas, y otras, porque los árboles son de la clase “simpáticos”, que tienen dos ramas p’arriba y todas las demás, delante de la señal; de estas hay una llegando a Granada, enfrente de una gasolinera. Majísima, la rotonda, la gasolinera no me dio tiempo a verla, ya me había mareado para cuando quise leer Repsol.
También existen las rotondas sorpresa: esto es, tu vas por aquí hoy y no hay y vuelves a los diez días y tiene hasta setos con flores de temporada. De estas nació una hace poco en Binefar.
Las acuíferas: 200 metros cuadrados de césped y cinco aspersores mirando a tus cristales, o en el peor de los casos a tu ventanilla bajada.
Las humorísticas: son aquellas que gozan de un semáforo a la salida, de esos que se ponen bermellón na más que de mirártelo, y tu te quedas aquí, sin poder salir y el otro allí, sin poder entrar, y el de en medio con un intermitente pa un lao y la rueda pa l’otro intentando tirar el línea recta.
Las cachondas: pequeñas, y lo suficientemente juntas como para hacer el ridículo veinte veces seguidas en tan solo cien metros. A la altura de Monzón ha crecido un ejemplar nuevo de este tipo de rotonda puñetera.
Las artísticas: ¿Quién coño diseña los dólmenes de la decoración rotondil? Léase “Lérida también existe”.
Las de “aquí estuvo toñin”, o cualquier cosa que puedas leer en el culo del mundo: encuentras ESA rotonda, detrás una gasolinera, y más atrás de detrás… NADA.
Las colgantes: subida con un desnivel del 10%, detente, y en dirección al cielo intenta incorporarte con el volante de lado, poner el intermitente, cambiar de marcha, evitar que el coche se vaya p’abajo, todo esto para salir un metro a tu derecha… haber si tienes huevos de hacerlo a la primera.
Las prácticas: estas sí sirven, son muy útiles cuando te pasaste una salida concreta en una rotonda –como no- y esta la puedes utilizar para hacer un cambio de sentido, la lástima es que esta, suele estar unos treinta y ocho kilómetros de la cagada inicial y te hace volver, vía turística, rodeando nueve pueblos y contemplando sus vacas autóctonas. Que no se diga.
La creativa: rotonda que permanece continuamente en obras y que cada día se presenta su forma, redonda o no, desplazada unos metros a la situación anterior que recordábamos. Esta rotonda no posee carriles, ni señales horizontales de separación de estos – ah, pera, que no existen- ni nada que te indique cuando o como puedes pasar, ni mucho menos por donde, goza eso sí de muchas rayas amarillas que hoy te indican algo y mañana te lo inventas. Y conos de colores, que se van moviendo de un lado a otro o señalizan una cosa u otra, dependiendo del ánimo con el que se haya levantado el obrero.
Las rotondas media luna: te lo juro, YO vi una.
Pero a mí lo que más me gusta de las rotondas, sea cual sea su forma, ubicación o linaje, es la gente que circula por ellas.
Está el que pone el intermitente a la izquierda nada más entrar, se mete en el carril de su izquierda –en el caso de que exista- con su intermitente a la izquierda, que una se pregunta si es que se va a subir al césped, pisando las luces discotequeras, se va a comer los aspersores por haberle mojao los morros, y va a acabar encima del dolmen por nublarle la vista.
Al final sale por su derecha, como todo el mundo, pero luciendo a la izquierda que como que le mola más.
Luego está el que no te pone el intermitente y sale por donde primero le viene y como primero le viene, pasando de los que vamos detrás, de los que lleva delante, del tío del intermitente, el del affaire con el césped, y del alcalde que le puso nombre a la rotonda.
También molan los camioneros en una rotonda de estar por casa: adiós luces, adiós césped y adiós tu sino te andas con ojo. Ni te cuento como quiera utilizarla para un cambio de sentido. Im-pre-sio-nan-te.
Los niños y sus motos en la rotonda: que se cae, que se la pega, que se mata… coño, que ha salio. Que no me lo puedo de creer.
Y ya por último, los viandantes que se creen eternos e inmortales y cruzan a la rotonda – vete tu a saber a que coño- y te salen por donde menos te lo esperas: jefe, que una rotonda es una curva constante, cojones.
Qué envidia de autopistas que sólo tienen peajes.
5 comentarios:
No es para tanto si viviera en Swindon, Inglaterra, podrías disfrutar de su famosa rotonda mágica.
http://www.highmotor.com/wp-content/uploads/2007/10/swindon.jpg
Una buena tesis sobre las rotondas.
Una noche de copas (el conductor estaba sobrio) dimos 6 vueltas a una rotonda.. ya que cada vez que ibasmos a salir uno de los ocupantes del vehiculo decia: otra más que esta la pago yo... y la sexta fue de propina :-)
Bss
Mmm... siento empezar coartando tu liVertad, BastetAspid. Pero un haiku tiene 17 'sílabas' en grupos 5-7-5.
Esto lo digo no porque sea yo un rapsoda experto, sino porque me iquietan los temas orientales... y Wikipedia somos todos. ;)
En lo tocante a rotondas, no se olvide que en las británicas toca circular en forma invertida. Y esto es dato que puede ser importante (sobre todo cuando en el asfalto no tengan pintado el "LOOK RIGHT" o "LEFT" como es habitual en el follón de calles que es Londres).
Dicho esto, la "rotondidad" se me hace cosa poco recta. Asi que... ¡a tirar p'alante!. ;)
Un saludo.
Que forma de reírme con la parte final, y eso que ni siquiera se conducir XD
Ten cuidado eso de desear peajes, que aquí hasta en la ciudad hay de esos ¬¬
Muy buena tu descripción!!!
Donde yo vivo hay una tan pequeña que la llamamos "la Chincheta".
Y también resulta curioso que la gente no se entere de que las rotondas tienen DOS carriles!!!así que tienes que ir con ojo hacia la derecha y otro hacia la izquierda, para que no se te suban encima.
Tienen su diversión, son un poco como los carruseles de las ferias.
Saludines
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