Ha tenido que ser un fin de semana pesado, dominguero y familiar, el que retornase mis suaves piececitos al suelo, (sub-cultura-de-literatura que me gusta de llamarlo) viaje largo y cargado que requiere de parada en un área de descanso en la autopista, café en vaso de plástico –puaaj que ajco- botella de agua muy, muy fría para un bochorno algo más que sofocante y prensa del domingo para el copiloto aburrido, en este caso, yo misma.
Me gustan los suplementos de la prensa de domingo, las columnas de autores que pecan de modernistas, de murmuradores, de prepotentes, no todos de todo, o no siempre a la vez; pero siempre, ninguno de ellos inocente o infantil, apuntando a donde duele, y tratando por igual al gobierno, a la santa madre iglesia, al tema de la virginidad y las leyes de censura, metiéndole el dedo en el ojo, parejo, tanto a Santi Santamaría como al Adriá, a cada uno por lo suyo, que se jodan, y esas cosas.
Después de varios años sin comerme un suplemento, -mea culpa por supuesto- veo, acojonada, como los columnista han cambiado, sino de oficio, de ubicación, y entreveo –coño, lo he buscado hasta en la contraportada sin éxito ninguno- que Arturo Pérez Reverte ya no está ni campa cholo.
Que a Javier Marías, me lo han recolocado al final del todo y su zona, ahora, se llama fantasma.
Que Rosa Montero goza de columna propia y ve la vida como Rosendo, a su manera. Toma ya.
Que asoma un tío que se llama Javier Cercas, que a mí ni me suena ni nada que se le parezca, pero que parece ser ha escrito varios libros: “soldados de Salamina” es uno de ellos. Que es licenciado en filología y estudió con los Maristas. Pa que veas. Y tiene los santos cojones de llamar a su columna “palos de ciego”.
Menos mal que no apuntó.
Y una señora, Maruja Torres, -que a mí perdónenme la desfachatez y la osadía, pero su nombre me produce risa floja-, que me cuentan, siempre bajo una percepción personal de quien me lo explica, evidentemente, es una impresentable. A mi me gustó como lo explicaba.
Pa gustos, colores.
Pero quiero hacer un inciso en la exposición de Rosa Montero, que sin parecerme demasiado original, ni profunda, ni tan si quiera lo suficientemente agresiva a como yo espero que se traten ciertos temas, me parece sino, tristemente real.
Hay un frase en ese artículo donde dice que esos emigrantes llevan cuarenta años allí, en Suiza, y no volverían a España porque creen que no podrían adaptarse. Que aún no hablan bien el idioma, que viven bastante aislados, que no pueden participar en las elecciones y que aún así, se sienten “bien integrados”.
Termina diciendo: “cuando contemplemos a los inmigrantes actuales como bichos raros porque farfullan mal el idioma, intentemos no olvidarnos de los que fuimos” a lo que yo añadiría: “de lo que somos”.
En este mismo número podemos encontrar a un Javier Cercas, que describe a Ferrán Adria como un charneguillo de l’Hospitalet que habla catalán con acento castellano y castellano con acento catalán.
Que dicho así suena muy mono, el doblete digo, pero que pinta una realidad muy poco neutral y agorera en el panorama importación –sí, he puesto importación, no inmigración ¿no es un convenio, un negocio? Pues ya estamos- actual en nuestro país.
Que no voy a entrar al trapo a discutir sobre el acento o no acento de este, ni de ningún otro señor, pero que me hubiera parecido bastante más justo si se hubiese ceñido exclusivamente a si guisa como se espera que lo haga ESTE cocinero en concreto, que no creo yo que a la merluza le importe demasiado si su acento va y viene o se pasea por el Bulli tirando las mesas.
A todo esto, esto no es un ataque contra el autor de ese artículo, me parecen geniales un par de frases que encuentro más adelante sobre principios y bla bla bla, es sólo que… ¿cómo coño van a querer volver a España los inmigrantes de la Montero?
Me gustan los suplementos de la prensa de domingo, las columnas de autores que pecan de modernistas, de murmuradores, de prepotentes, no todos de todo, o no siempre a la vez; pero siempre, ninguno de ellos inocente o infantil, apuntando a donde duele, y tratando por igual al gobierno, a la santa madre iglesia, al tema de la virginidad y las leyes de censura, metiéndole el dedo en el ojo, parejo, tanto a Santi Santamaría como al Adriá, a cada uno por lo suyo, que se jodan, y esas cosas.
Después de varios años sin comerme un suplemento, -mea culpa por supuesto- veo, acojonada, como los columnista han cambiado, sino de oficio, de ubicación, y entreveo –coño, lo he buscado hasta en la contraportada sin éxito ninguno- que Arturo Pérez Reverte ya no está ni campa cholo.
Que a Javier Marías, me lo han recolocado al final del todo y su zona, ahora, se llama fantasma.
Que Rosa Montero goza de columna propia y ve la vida como Rosendo, a su manera. Toma ya.
Que asoma un tío que se llama Javier Cercas, que a mí ni me suena ni nada que se le parezca, pero que parece ser ha escrito varios libros: “soldados de Salamina” es uno de ellos. Que es licenciado en filología y estudió con los Maristas. Pa que veas. Y tiene los santos cojones de llamar a su columna “palos de ciego”.
Menos mal que no apuntó.
Y una señora, Maruja Torres, -que a mí perdónenme la desfachatez y la osadía, pero su nombre me produce risa floja-, que me cuentan, siempre bajo una percepción personal de quien me lo explica, evidentemente, es una impresentable. A mi me gustó como lo explicaba.
Pa gustos, colores.
Pero quiero hacer un inciso en la exposición de Rosa Montero, que sin parecerme demasiado original, ni profunda, ni tan si quiera lo suficientemente agresiva a como yo espero que se traten ciertos temas, me parece sino, tristemente real.
Hay un frase en ese artículo donde dice que esos emigrantes llevan cuarenta años allí, en Suiza, y no volverían a España porque creen que no podrían adaptarse. Que aún no hablan bien el idioma, que viven bastante aislados, que no pueden participar en las elecciones y que aún así, se sienten “bien integrados”.
Termina diciendo: “cuando contemplemos a los inmigrantes actuales como bichos raros porque farfullan mal el idioma, intentemos no olvidarnos de los que fuimos” a lo que yo añadiría: “de lo que somos”.
En este mismo número podemos encontrar a un Javier Cercas, que describe a Ferrán Adria como un charneguillo de l’Hospitalet que habla catalán con acento castellano y castellano con acento catalán.
Que dicho así suena muy mono, el doblete digo, pero que pinta una realidad muy poco neutral y agorera en el panorama importación –sí, he puesto importación, no inmigración ¿no es un convenio, un negocio? Pues ya estamos- actual en nuestro país.
Que no voy a entrar al trapo a discutir sobre el acento o no acento de este, ni de ningún otro señor, pero que me hubiera parecido bastante más justo si se hubiese ceñido exclusivamente a si guisa como se espera que lo haga ESTE cocinero en concreto, que no creo yo que a la merluza le importe demasiado si su acento va y viene o se pasea por el Bulli tirando las mesas.
A todo esto, esto no es un ataque contra el autor de ese artículo, me parecen geniales un par de frases que encuentro más adelante sobre principios y bla bla bla, es sólo que… ¿cómo coño van a querer volver a España los inmigrantes de la Montero?
5 comentarios:
jo, yo es que a (casi todos) los columnistas nunca los tragué bien...será gilipollez mí y que me perdonen todos estos buenos señores y señoras pero es que me transmiten casi invariablemente...qué se yo, ¿qué están en posesión de la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad? no entiendo de periodismo y supongo que depende del tipo de escrito en sí y no del autor, el que esto me pueda transmitir, pero bueh...
Único columnista que siempre me gustó, el Dr. Pablo Muñoz Cariñanos, hijo del militar médico asesinado por eta y famoso pues! por haberse hecho novio de Rosa de España tiene tela! y bueno, siempre me gustó como escribía este chico en El Correo de Andalucía, a día de hoy no se ya si sigue escribiendo...
un saludín y un besote,
Mary
pues a mi me encantan los columnistas... prepotentes, murmuradores... me encanta que se crean en posesion de la verdad absoluta, no hacen mas que yo, o tu misma, con las verdades, cada una con las suyas, evidentemente.
besos guapa.
Al Reverte lo leo en el semanal. Que cuando habla de guerras de hace 100 años, me la pela, francamente. Pero cuando habla de actualidad, será todo lo grosero que muchos quieran, pero es franco con sus opiniones.
Y sigo también a Carmen Posadas, cada dos domingos en El Semanal, también. La descubrí a principios de año... y creo que no ha habido una vez que la haya leído y no haya estado de acuerdo con ella.
En cuanto a lo de verdades universales... tú lo dices bien, aspid. Todos exponemos nuestras opiniones como verdades universales en nuestros blogs.
Besos
holis
no, no me refiero a exponer opiniones como verdades no sé, yo cuando expongo mi verdad tengo en cuenta y soy consciente de que es MI verdad y sólo mía y al otro lado está el que la lee y pueda sentirse identificado o no, eso es ya otro problema.
pero es que lo mío con los columnistas ya digo, es lo que ellos me transmiten (casi) todos que SU verdad es LA verdad....no sé explicarlo de otra manera i'm sorry.
más besos
p.d.: a mí Pérez Reverte me gusta de todas las maneras: a la plancha, como guarnición o en guiso :P
aiss me hice un lío jeje donde digo "verdad" como algo mío quise decir "opinión" (mi opinión como mi opinion personal)......... refiriéndome a los columnistas sería Su OPINION como LA VERDAD
jjajaja pero vamos, que no digo yo que ellos vayan de eso que es lo que ellos me transmiten y ya.
ahora siiiiiiiiii
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