Coño con la preguntita. La famosa preguntita del millón por la que todos hemos pasado y la que respondíamos felizmente, astronauta. Y lo decíamos así, de modo tranquilo y convencidos, como si irse a la luna fuera lo mismo que ir a comprar naranjas, o al paro, que total.
Pues mira no, los años pasaron y por aquí, Armstrongs, pocos, y lunas, las justas, veintiocho días y andando.
Bueno, para ser realistas no todos queríamos ser astronautas, eso lo querían ser ellos, nosotras queríamos ser princesas, todas menos Lina Morgan que quería ser artista.
Y lo más cojonudo es que al final TODOS, vosotros y nosotras, acabamos siendo lo que Lina quería ser.
¿Os habéis dado cuenta del arte que hay que echarle a todo en este mundo?
Bueno, arte y morro, sino una mierda que te comes, pero no va por ahí.
Volvamos a la preguntita, ¿Qué quieres ser de mayor? Curiosamente yo aún no he decidido qué quiero ser de mayor, -de hecho aún no tengo claro si quiero ser mayor- lo que sí sé [porque ya me di cuenta] es que princesa no voy a ser, ni tampoco microbióloga, ni mucho menos Bat-woman; pero sé lo que NO quiero ser, aunque en este preciso momento no lo recuerde.
Así que tampoco voy a contar que es lo qué NO quiero ser cuando sea mayor.
¿Qué carajo voy a contar entonces?
Absolutamente nada. -como de costumbre-
Voy a hacer un repaso, lo más rápido posible que por norma me extiendo en demasía, sobre lo que sucede desde qué decides que vas a ser astronauta –o princesa- y acabas siendo tú –o yo-
Nadie nos toma en serio. La pregunta es una hija de puta que tiene doblete, básicamente porque se realiza por inercia, pero nosotros, los niños, la contestamos de modo formal, creyendo realmente que se nos ha preguntado algo que les interesaba saber.
Nada más lejos de la realidad. La pregunta era una costumbre que pasó de generación en generación como los Reyes Magos, y todos recordamos como acabó aquello de los Reyes Magos ¿no?
¿Qué sucede? Un día te das cuenta de que no sólo no vas a ser astronauta, si no de que además lo más parecido que vas a sentir como nave espacial tuya, es una que sale al final del planeta de los simios. Claro que puestos a elegir, mejor esa que no el Nostromo que viaja con pasajeros de más; a lo que iba, en el momento en el que te percatas de que se ha acabado aquello que nunca empezó, es cuando comienzas a plantear tú la preguntita.
¿Qué quieres ser de mayor?
Y a ti que coño te importa, es lo que deberían contestarnos los niños.
Los niños quieren ser astronautas –o princesas- y nosotros deberíamos comprarles los tornillos para que construyeran sus naves espaciales, y pintura plateada para que brillaran en el ocaso, equipárselas con una lanzadera y hacerles creer que realmente el traje, lo dejó Melchor.
La próxima vez que le preguntes a un niño qué cojones quiere ser de mayor, prepara un viaje a las estrellas y acompáñalo, sino, y como decía mi abuela, mejor, te metes la lengua en el culo.
[-Hablando con mi subconsciente-]
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