Estas vuelven a ser unas de esas navidades tontas y confusas.
No, es cierto, no me gustan las navidades, ni el paripé, ni el frío.
No recuerdo navidades maravillosas de cuando era pequeña, ni creo realmente que existan; me gusta, eso sí, la noche de reyes vendiéndole ilusión a los niños, pocas cosas me parecen tan gratificantes.
Sin embargo, que la navidad me parezca un invento absurdo, no me impide que las felicite o que intente enseñarles a mis hijos que son una cosa bonita, no me gustan a mí, lo cual no implica que quizá, sí lo sean.
Por ese mismo motivo, hasta hace poco tiempo, cuando llegaban estas fechas compraba unas postalitas de esas, con motivos navideños, muñequitos, nieve y paisajes, esas cosas, y entre mi hija y yo felicitábamos la navidad así a nuestros seres queridos.
Esto fue hasta hace poco, digo, la preadolescencia se cargó el detalle.
Ese detalle era quizá el segundo más grato de la navidad, poder coger un bolígrafo, una dirección, un deseo, y mandarlo.
A la mierda los sms, los mails, los móviles y las prisas. Dedicar un instante algo más largo, más pleno, en decir lo mismo, pero mejor. Una nota de puño y letra, un sello, un viaje al buzón.
No, no me gustan las navidades, pero sí las postales navideñas; tal vez, porque ya sea quizá, lo último que llega de corazón, a tu buzón, allí, en su sobre blanco, rodeada de facturas y extractos bancarios, sola y valiente, con tu nombre hecho un garabato y la dirección de tu casa, a mano, trabajada, sin que un ordenador haya impreso tu vida en un instante, por un momento vuelves a ser persona, no un número, alguien te quiere y se acordó de ti.
Y además se lo curró.
Con dos cojones.
Decía que ya hace un par de años que no mandamos postales, mea culpa por supuesto, y casi lo había olvidado.
Gracias al cielo que no todos somos iguales.
Ayer encontré entre mis facturas, mis extractos bancarios y mi vida codificada, un sobre blanco, solo y valeroso, con esos típicos motivos navideños y lleno de letras escritas a bolígrafo, con mi nombre más propio que nunca, con sus letras mayúsculas y la dirección de mi casa, lleno de deseos de verdad, con su sello y su paseo al buzón.
Coño, ¡qué bonita es la navidad!
O no.
Pero por un instante, si lo fue.
Y la sensación se mantiene, no por la navidad, sino por la postal y podría decir muchas cosas, pero sólo diré una:
Gracias Lydia.
Gracias Franc.
Os quiero.
6 comentarios:
Deseo que este año sea un feliz año, de todo corazón (aunque no te guste la navidad, supongo que si puedo felicitarte el año, verdad? jejeje)
claro que puedes, pero tambien podrias haberme mandado una postal ;)
Es que no sé tu dirección... pero me sé tu blog :P
bonita postal sin duda, la de ellos...y ésta, la tuya.
un beso
Gracias a tí por tus palabras.
Nosotros también te queremos.
(Este mensaje se autodestruirá en cinco segundos)
(Que uno tiene una reputación que mantener, leñe)
Un beso.
una reputaqué? so llorón :P
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