las doce de la noche

Las doce

 

Ummmmmmmmm, las doce de la noche, que buena hora para todo, la hora mágica… Cenicienta sale corriendo, los relojes cambian de día, los niños ya duermen, los mochuelos se comen los ratones, yo voy a la cocina y me preparo el antibiótico, me sueno los mocos, estornudo, me acuerdo de la madre que me parió y sigo tosiendo y rompiéndome la nariz de tanto frotarla.

 

Segunda amigdalitis, laringitis, lo que sea, en menos de un año. Fiebre, dolor de huesos, músculos inflamados, estoy hecha un boniato. Que pena y que asco que doy.

La fiebre me pide líquidos, yo obediente, bebo, si bebo me meo, camino del escusado me paso medio día, con el pijama y la manta arrastrando, me lío los pies en la manta, tropiezo, casi me caigo, una, dos, tres veces, las que sea necesario, que se note que estoy enfermita y más torpe de lo normal.

 

Me enfado y pretendo chillar, pretendo. Un hilo de voz surge de mi patética garganta.

Un minuto que me meo.

 

Ya. Ha este paso se me va a oxidar el Chichi.

 

Decía que no puedo gritar, apenas hablo, hay quien está encantado con esta nueva situación, a mí, sinceramente ya me va tocando los huevos no poder decir nada.

Ayer llamé a Lorena para despedirme por si me muero, hala, so burra, me dijo, que desagradable es la pobre, si me voy sin despedirme después me dirá de todo y no estaré para defenderme, no es lo que quisiera, pero es lo que hay.

 

38.9. parece una temperatura ridícula, pero no lo es; este cuerpo mío de metabolismo bajo, rebajo y bajísimo, suele estar a unos 35.5 que eso sí es una temperatura ridícula, es tan ridícula, que una vez en el hospital la enfermera se emperró en ponerme el termómetro varias veces porque decía que me lo quitaba antes de tiempo y no contenta, se fue a por otro porque creía que aquel se había roto.

Creo que aún está rumiando que pasó aquel día.

 

Pienso con intermitencias, las ideas fluctúan y bailan en mi coco sin practicar coherencia.

Qué poco solidarias son.

 

Quisiera poder explicaros esto de otra manera, estoy pochita, tened para conmigo paciencia, mucha, toda ella, la necesito.

Necesito la paciencia entre el ardine y el ibuprofeno con sabor a menta.

¿Por qué el ardine hace grumitos? ¿Por qué son indestructibles? ¿Por qué sabe a menta el ibuprofeno? Sí esa mierda de farmacéutico pensaba que me hacía un favor, habría que recordarle que el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones.

 

No me gusta el sabor a menta, ni el sabor a coco, y además tengo la garganta llena de mocos, con lo cual ya me sabe todo a rayos ¿no podrían hacer los medicamentos con sabor a nada?

 

Es como cuando te vas a comprar una bolsa de patatas en el bar de la piscina:

Patatas con sabor a Ketchup, onduladas que saben a cebolla, a queso, doradas al horno, con… vamos a ver ¿patatas con sabor a patata no tiene? Y a poder ser, con sal.

 

La hora de la menta, detrás me voy a comer una caja de galletas entera para quitarme el sabor, como la vaca Paloma me voy a poner.

Ahora vuelvo.

 

Los medicamentos no nos curan.

Son como pequeñas dosis de veneno, en la cantidad justa para no matarte, pero preparados para hacer tu organismo más fuerte.

Coño, ahora las galletas también saben a rayos.

Nunca me había planteado como sabe un rayo, y fíjate tú, que así de repente ya no me queda ninguna duda, saben así, a la mezcolanza esta de galleta tostada, con azúcar, menta y mocos.

 

Ya me he tomado todas las mierdas curativas estas por hoy, ya es hora de irse a la cama, ahora viene lo mejor de todo: encontrar una postura que no me ahogue, quitarme y ponerme los patucos varias veces, despertarme por mis arranques de tos otras tantas, buscar a media noche el vaporub, que parece que está vivo y decidido a perderse junto con el pañuelo para sonarme; al final aparecen los dos, uno en el suelo y el otro debajo de la almohada, dependiendo del momento nunca sabes cual de los dos es que está escondido más cerca.

Esas cosas.

 

Buenas noches a todos y no durmáis con el culo al aire, que después mirad qué pasa.