Cago en el jodio gato.
La semana pasada llovieron chuzos de punta: el cielo se juntaba con el infierno y nos iban a aplastar a todos en el medio, pero mientras se juntaban o no, el agua caía a cubos y la piedra con ella.
Granizos del tamaño de castañas pilongas, PLIS, PLAS, CHUM, dale que dale golpes a to.
Y nosotros, pobres mortales, los de esta especie y al parecer los de la felina también, haciendo lo que hacen en Francia cuando llueve: dejarla caer.
Una de esas pedradas castañera, debió ir a parar a la cocotera del gato, este, pequeño bicho de poco más de cuatro semanas, huyó despavorido, creo y presupongo, en dirección a ninguna parte, y fíjate, que yendo en esa dirección, el muy papanatas fue a aterrizar en mi barrio.
Concretamente al jardín de la casa del vecino, que está vacía.
Cuando la tormenta acaba, una que oye el lastimero miau de un bicho lastimero –me repito, porque daba mucha lástima- y, evidentemente, madredetodobichodesamparado sale al rescate.
¿ese gato es mío? Llega un momento en que todos los miaus y todos los gatos se asemejan.
No sé.
Ah, no, mira, la Luca está ahí.
Aquí es cuando cualquier persona normal, se da la vuelta y deja en paz al gato.
Pa eso tienen siete vidas, y si fuese americano, nueve.
Pero como yo soy medio anormal, y por rescatar, he rescatado alguno con métodos un tanto así, ilegalcillos, -por decirlo suavemente- -es igual, que nadie pregunte- incluso un tanto extraños: una barra de pan haciendo de pasarela por un balcón, p.j. y demás aventuras varias, aquel gatito indefenso, no podía ser menos.
Ni yo más gilipollas.
Es igual, que el gato, carne y cuerpo no tenía, pero mala leche un rato. Como to los gatos que no te conocen, y se me puso borde y furro hasta aburrirme.
Ahí te quedas, atontao.
Y el atontao se quedó, a 300 miaus los días pares y algo mas 400 los que no.
Y miau p’arriba y miau p’abajo llevamos una semana.
Que ahora te escucho y después te oigo.
Y venga miaus, que si lo pillo le corto la lengua.
Pero la cosa no queda ahí, ojala; llego esta mañana a mi coche, y el tintineo del maullido que parece que me persigue, y ese miau cada vez más cerca, una especie ya de maullido maléfico y acosador: miau miau miau.
Coño ya con el gato.
Una, inocente, dispuesta a entrar en el coche, y dale que te pego con el ruidito de fondo que es como los cuarenta principales y la macarena, ¿a que se ha metío debajo el coche? Será berza, a ver, una piedra, que le voy a meter una pedrá que se va a acordar de mí los próximos 3592 maullidos.
La Ana, yo, a cuatro patas en medio la calle haciendo, evidentemente, el gilipollas, intentándole pegar una pedrada al gato para que saliera de debajo del coche y así no aplastarlo al arrancar.
¿ande tas metio?
Gato trasparente.
¿o será que NO está debajo el coche?
Pues si se oye aquí.
¿ande estás?
Pues si se oye aquí, y no está debajo el coche ¿no será que estará dentro?
No puede ser que el gato sea tan estúpido de haberse metido en el motor… ¿o sí?
Entre esas miles de cosas improbables que existen por cada situación ridícula de las que a mi me suceden, esta era una de ellas, y claro está, como además de ser improbable y ridícula, era mi coche, don Murphy vino a visitarnos.
Una vez más.
Confiada en que a las 8 de la mañana, estas cosas sólo pasan en los cines donde dan pelis malas, ESE gato, NO, podía, estar en el motor, de MI, coche.
Y una mierda.
ESE gato, ESTABA en el motor de MI coche.
Levanto el capó, pero sin ponerle varilla ni na de na, pa que: NO podía estar allí. Así que me quedo con una mano, la izquierda, en alto, aguantando la tapa y los ojos fijos en un bicho que menos guapa, me dijo de to.
Así, con todos sus pelos tiesos, las orejas p’atrás, bufándome, que hacía más bulto el bufido que el espeluznao… y una se pregunta que qué estrella tiene mal configurada en el horóscopo, cojones, que todas las cosas raras me pasan a mí.
Con mi manita derecha, la única que me quedaba libre, lo he pillao por los pelos esos y lo he aventao p’atrás.
A tomar por culo gato.
¿a tomar por culo gato? Pues no.
Sigo oyéndolo.
Miau miau miau…
Cinco vidas que le quedan todavía pa dejarme sorda en la única que tengo yo.
Que ya es mala pata, eh.
6 comentarios:
Jodio gato...
Pues si, a los gatos pequeños les fascina meterse a los autos, eso si, salen pitando en cuanto enciendes la máquina. Serenidad y paciencia, Ana, y encomiéndate a Bastet a ver si logras hacer las paces con ese minino o que por lo menos encuentre un alma piadosa que se haga cargo de él y te deje en santa paz.
Besos
sigue ñaulando.
yo lo mato :S
Con paciencia hasta las más verdes caen. Ya caerá, ya...
hola, pues de tanto hablar de la lluvia.....corro a abrir la ventana y veo que el cielo se esta oscureciendo ...vendra pronto la lluvia...llovera toda la tarde ...no podre ir a pasear a mi perro..que se le hace sera para otro dia ...jugaremos en el patio....esta chevere los poemas...un saludo....
gracias.
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